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Al
celo de uno de los productores vitivinícola
rionegrino, Guillermo Barzi, debemos los argentinos
la reivindicación de la cepa semillón,
que venía injustamente precedida de una historia
oscura y probablemente falsa.
Se le daba ese nombre a un vino blanco barato, envasado
en botellones identificables, que se servía
por vasos en los otroras clásicos estaños.
Es muy posible que ese vino de un dorado intenso
no proviniera de cepas semillón; que fuera
semillón de tierras cálidas, como
San Juan, o simplemente que estuviera mal elaborado.
El semillón actual, que algunas bodegas producen
como varietal, es aristocrático, bien seco
y pálido.
En Burdeos, la región francesa de donde es
originaria, esta cepa se utiliza para vinificar,
con cortes los tradicionales vinos Sauternes. Uno
de ellos el famoso Chateau d Yquem, es uno de los
mas cotizados del mundo y todo parece indicar que
es el vinopara acompañar el no menos famoso
Foie Gras.
En la Argentina brinda los mejores resultados en
las zonas frias, como el Alto Valle de Río
Negro y el departamento mendocino de Tupungato,
donde se cocina a más de mil metros de altitud.
La uva semillón tiene atributos suficientes
para generar por sí sola vinos de notable
calidad, pero es en los cortes con la sutil sauvignon
blanc cuando los productos alcanzan singular personalidad.
Frecuentemente tienen un dejo ahumado, característica
escencial de los afamados vinos Fumé que
tanto deleitan alos gustadores de blancos no tradicionales.
El buen semillón local, por su sequedad y
su nervio, es ideal para acompañar pescados
y mariscos poco elaborados.Su aroma herbaceo, casi
neutro, permite que esos alimentos suelten sus sabores
característicos, sin enmascararlos ni predominar
sobre ellos.
Nuestros semillones han tenido gran éxito
en nuestras vínicas del exterior, pues esta
cepa no se cultiva en muchas latitudes. Sin embargo,
las bodegas argentinas que producen varietales semillón
no suelen consignarlo en las etiquetas tal vez por
la influencia de aquella recordada historia sombría,
plena de equívocos.
Por Jorge Denguis columnista de cocina Nueva
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