No fue una decisión neutra.
Cuando Barrios de Pie corrió el rostro de Michelle Bachelet del cartel con que embadurnó Córdoba, emitió un discurso. No la considera digna de tener su cara junto a la de los mandatarios del Mercosur a los que ese movimiento acredita poner en marcha "otra América Latina".
Es más, extraña que sí colocasen a Tabaré Vázquez e incluso al mismo Lula.
Porque Bachelet, Vázquez y Lula operan el poder desde cosmovisiones y conductas muy ajenas al personalismo. Gobiernan desde un anclaje firme en las instituciones en que se distribuye el poder en el marco del sistema político.
Es decir, no hay en ellos, aun admitiendo casos muy puntuales de sus propias historias como mandatarios, intenciones de ir por encima de esos esquemas de poder. Aunque sea en una única decisión, en un único momento.
Aseguran la gobernabilidad desde una acentuada voluntad por no transgredir reglas de juego. Se mueven en ese marco haciendo política. No buscando la coartada, que siempre encuentra fundamentos desde el poder para justificarse.
No apelan a las "urgencias" para esquivar exigencias, regulaciones y consenso que hacen a la democracia.
Es posible que en algún tramo de la gestión de Lula este comportamiento no haya sido muy firme. Pero aun así, cuando se explora su gestión que ya llega al fin del primer mandato, se encuentra que Lula no ha sido un definido transgresor de las reglas en cuestión.
Y cada uno en su medida, Bachelet, Vázquez y Lula, influyen sobre el conjunto de la política desde ese respeto por las reglas. Cuando les significaron trabas, apelaron a consensuar desde lo político medidas que las destrabaran.
Hicieron política.
De ahí el respeto que de desigual textura igualmente cosechan en la oposición que anida en sus respectivos sistemas políticos. En esta conducta se funda en los tres mandatarios la ausencia del discurso que parte en dos a la sociedad.
Discurso sin blanco y negro.
Este tipo de racionalidad no es del agrado de Barrios en Pie.
Es un ejercicio del poder que está muy distante del horizonte ideológico de ese movimiento y de quienes lo fogonean.
Aun con sus diferencias, Barrios de Pie prefiere el estilo de ejercicio del poder del que hace gala el presidente Kirchner. Y por supuesto se sentiría más cómodo aún con el que practica Hugo Chávez.
CARLOS TORRENGO