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Isla Victoria
Secretos de la Isla que se llamó Victorica
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Los visitantes de Bariloche que en sus automóviles por el Circuito Chico pasan por la laguna El Trébol no siempre acceden a sus antecedentes toponímicos (se llamó primitivamente Morales y en algún momento Dietrich), y cuando navegan el lago Nahuel Huapi se enteran –a veces- que las islas Huemul y Victoria padecieron también cambios de nombre.
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Secretos de la Isla que se llamó Victorica. Los visitantes de Bariloche que en sus automóviles por el Circuito Chico pasan por la laguna El Trébol no siempre acceden a sus antecedentes toponímicos (se llamó primitivamente Morales y en algún momento Dietrich), y cuando navegan el lago Nahuel Huapi se enteran –a veces- que las islas Huemul y Victoria padecieron también cambios de nombre.
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En el verano de 1884 el teniente de la Armada Eduardo O’Connor las bautizó General Villegas y General Victorica, respectivamente. La primera volvió al nombre (deformado) de la familia aborigen Güenul que la habitó por lo menos desde mediados del siglo XIX, y la segunda deformó en Victoria, aunque también tuvo otros nombres.

Si como los expertos aseguran que, hace unos 6000 años el gran lago era muchísimo mayor y su cota tan alta que, lugares como Bariloche, Llao Llao y Villa La Angostura estaban bajo las aguas al mismo tiempo que las  islas de hoy eran solo protuberancias subacuáticas, y que, al romperse entonces su morena, el lago liberó gran parte del caudal y asomaron las islas, hay que admitir entonces que la historia a contar de la Isla Victoria, por ejemplo, es en sí misma inacabable. Porque más allá del enterratorio aborigen hurgado por el adjudicatario de la isla Aarón Anchorena en el verano de 1904 (cántaros cerámicos, piedras de moler, puntas de flecha de silex y esqueletos) atribuidos a la época de la evangelización jesuítica proveniente de Chile, las abundantes huellas pictográficas, científicamente estudiadas décadas  más tarde, “hablan” de que la isla fue habitada desde hace muchas centurias.

 · Isleños de contacto Inca

Por lo menos en una docena de localizaciones investigadas en la isla por el antropólogo Asbjorn Pedersen, las pinturas rupestres que a partir de 1959 estudió, retrató y publicó –ver Anales de Parques Nacionales tomo XIV 1978-, demuestran no solamente que la isla permaneció habitada hace siglos, sino que el “haber descubierto en la Isla Victoria pinturas con dibujos de llamas, dos de ellos con carga, observados en los sitios IV2 y IV4 (como Pedersen identificó a las bardas pétreas de Puerto Tranquilo y Puerto Vargas, entre una docena de esos tesoros isleños), solamente podría ser interpretado como indicio de un contacto directo con las culturas del Perú durante épocas anteriores e inmediatas a la conquista española, ya que este animal no pertenece a la fauna de la región. Este hecho podría también justificar el hallazgo, en esa isla de una pakcha, descrito por Vignati (1944) en su oportunidad”.

Pedersen se refería al vaso libatorio de origen peruano que en la isla encontró el polifacético etnólogo Milcíades Alejo Vignati, también hurgador del desentierro que previamente hizo Carlos Ortiz Basualdo –sobrino de Aarón Anchorena- en su estancia de Península Huemul y también en el chenque junto al río Limay a 43 kilómetros de Bariloche, y más contemporáneamente, cementerio cristiano de la estancia La Lonja donde descansan los restos de Emilio E. Frey y su esposa Rosa Schumacher.

La isla mayor del gran lago se llamó sucesivamente, Nahuel Huapi, Fray Menéndez y Larga, por lo menos hasta el 16 de enero de 1884, día en que la rebautizó O’Connor, jefe de la expedición fluvial que remontó el Limay hasta el Collón Cura  con el vapor Villarino y luego de arrastrar titánicamente “a la sirga”-con su grupo expedicionario- una lancha menor aguas arriba, llegó hasta el gran lago.

Fue el cuarto cambio de nombre de la isla con intención de homenajear al abogado y general Benjamín Victorica (a quien el inimitable dibujante Cao, inmortalizó en caricatura de tapa de Caras y Caretas).

Victorica, al momento de la designación de la isla con su nombre, tenía 73 años y tanto prestigio de jurisconsulto como militar. Por casarse con Ana de Urquiza se transformó en yerno del general entrerriano, fue ministro de guerra y marina de los presidentes Derqui, de Roca y de Luis Sáenz Peña, además de secretario de guerra de Urquiza y combatir en Pavón. También fue quien acercó a su suegro con su enemistado presidente Sarmiento, oportunidad en que el edecán de este último –Luis María Campos- terminó enamorándose de otra hija de Urquiza (Justa) de manera que fue concuñado de Victorica. Este último también fue decano de Derecho de Buenos Aires, presidió la Corte de Justicia de la Nación, tuvo banca de diputado nacional, presidió la Cámara y actuó como diplomático.

 · Se quedó en barrio parque

Su suegro influyó para que entrara en la Masonería y así Victorica permaneció en distintas logias de la hermandad por más de medio siglo, y se le otorgó el grado 33 en ocasión de cumplir 80 años.

Dos años después, en 1913, murió sabiendo que “su” isla ya no homenajeaba su nombre.

Es que tanto prestigio, sin embargo, no le sirvió a Victorica para que su nombre perdurará en la isla, y recién en 1942 su nombre se perpetuó en una calle del porteño barrio parque Chas.

Las razones por las cuales se olvidó el Victorica son diversas y a veces confusas. Se ha dicho que fue algo inducido por Anchorena, por la amistad con Victoria Aguirre la adinerada pionera por impulsar –ya en 1901- el turismo en la Cataratas del Iguazú e interesarse luego por el Nahuel Huapi que visitó y se la homenajeó con una cascada que cae sobre el brazo Tristeza.

Es cierto que a Anchorena le encantaba establecer topónimos, como lo hizo en la gran isla adjudicada por el gobierno nacional. Pero ¿realmente lo hizo con el nombre de la isla? ¿Cómo la llamaban cuando Anchorena llegó allí por primera vez en 1902? ¿Cómo la llamó él mismo en su relato que dejó de aquella aventura? ¿Qué tenía que ver Anchorena con Victoria Aguirre?

También parece haber influido el olvido de Victorica por Victoria, por el nombre que se dio a la barca que O’Connor y su gente tripuló en navegación por el Nahuel Huapi: Modesta Victoria. Se sabe: el argumento fue por la victoria (los primeros en entrar al lago embarcados y aunque a la sirga por el Limay) y porque la novia de O’Connor se llamaba Modesta.

Lo primero que se puede aclarar es que Aarón Félix Martín Anchorena (tal su nombre completo al nacer el 5 de noviembre de 1877) no solamente fue amigo de Victoria Aguirre (ella 17 años mayor) sino que eran parientes. La madre de Victoria era Mercedes Anchorena, con nombre de pila idéntico al de la madre de Aarón, doña Mercedes Castellanos de la Iglesia, mujer de carácter que manejó con puño apretado desde el caserón de Florida y Charcas las 20 estancias que sumaban 273.000 hectáreas fértiles hasta vigilar la construcción del palacio que erigió plaza San Martín de por medio (hoy Cancillería).

A estas matronas se debe que Aarón bautizara como Mercedes a la mayor laguna de la isla Victoria. Falta develar cómo se llamaba la isla al momento de conocerla Anchorena y lo apuntó en su relato.

 

Por Francisco Juárez

Diario Río Negro

 

 

 
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