En este 2010 se recuerda el bicentenario de los nacimientos de dos grandes compositores: Frederic Chopin el 1 de marzo en Zelazowa-Wola, (Polonia) y Robert Schumann el 6 de junio en Zwickau, Sajonia (Alemania).
Ambos crecieron y se educaron en territorios del centro-europeo, en los que a comienzos del Siglo XIX se produjeron importantes cambios que repercutieron sensiblemente en la música.
Este reflejo no afectó solo el aspecto del material sonoro y los elementos compositivos, sino que sus efectos se hicieron sentir sobre la concepción de la música.
Las llamas del romanticismo alcanzan su mayor temperatura a partir de 1830. Ya han muerto por entonces los tres grandes genios de Beethoven, Weber y Schubert, y el terreno se va cultivando en adelante por Héctor Berlioz, Félix Mendelssohn, Robert Schumann, Frederic Chopin, Franz Liszt, Richard Wagner, Giuseppe Verdi, en la primera línea de una floración de genios tal vez única, por su exuberancia, en toda la historia de la música.
Aunque pueden haberse encontrado en otras oportunidades, está documentado que en 1836 Chopin y Schumann coincidieron en Leipzig en un concierto en el que el pianista polaco tocó un repertorio con sus obras, y pocos días después, Schumann le hizo una elogiosa crítica en una revista cultural.
Varsovia y París
Chopin murió a los 39 años en París. Padecía tuberculosis, aunque estudios recientes revelan otro tipo de probables complicaciones. Vivió casi la mitad de su corta vida en Varsovia y la otra mitad en París.
Su música ha sido descrita como el símbolo de libertad y liberación del pueblo polaco, pero también como la encarnación del espíritu, expresión de los sentimientos, los pensamientos y la enfermedad propias.
Fue además de virtuoso pianista, genial improvisador compositor de 27 estudios, 25 preludios, 19 nocturnos, 52 mazurcas, 12 polonesas, 4 scherzos, 4 baladas, 3 sonatas, 1 fantasía y sus dos memorables conciertos para piano.
Nicolás, su padre, era francés, de ocupación bibliotecario y profesor; su madre, Justyna, era polaca. El joven Chopin estudió música con Frederic Ziwna, discípulo de J. S. Bach. Salvo este dato, no hay otras precisiones sobre su formación. Su prodigioso talento para el piano se manifestó tempranamente y comenzó a aparecer en público cuando contaba con tan sólo ocho años. A los 15 se publicaron sus primeras obras y a los 19 hizo su primera presentación con éxito en Viena, por entonces la gran capital musical de Europa.
Cuando en 1831 se estableció en Paris no podía sospechar que las agitaciones políticas (Rusia invade Polonia), imposibilitarían el regreso a su adorado país natal.
Una de las características de la música de Chopin ha sido atribuida a la situación histórica de su tierra natal. Varsovia cayó bajo el fuego del ejército ruso en septiembre de 1830, Nicolás I invadió el territorio polaco, proliferó el cólera y Chopin quien se encontraba en Stuttgart, señaló en su correspondencia: "No hay palabras que expresen mi pena. Mi pobre padre debe estar muriéndose de hambre y mi madre no puede comprarle ni siquiera pan".
En esas circunstancias compuso el Estudio en do menor, que llegó a conocerse como el "Estudio Revolucionario" y que se consideró como símbolo de tragedia para el compositor. Chopin viajó inmediatamente al París Napoleónico, que encarnaba como ciudad cosmopolita el centro de Europa. Allí se encontró con un sistema moderno, con nuevas libertades y con exponentes de una nueva vanguardia. Integró un grupo de "resistencia" y en sus conciertos reunió fondos para la causa polaca.
George Sand (Aurora Dupin) marcará la vida sentimental del músico entre 1837 y 1847. Le fue presentada por Liszt y viajaron a Mallorca, donde vivieron un año como pareja.
Difícilmente Chopin podría ser ubicado explícitamente en alguna de las tendencias de los compositores románticos. Las historias en torno a su vida y sus amores tormentosos han hecho una imagen análoga del creador, convirtiéndolo en un portaestandarte del romanticismo desordenado y confesional.
Un estudio reposado de sus ideas y su obra muestran en cambio, un músico hostil a las efusiones descontroladas y a toda música de intensión literaria o programática, y sus composiciones exhiben una afanosa búsqueda de lógica, claridad y perfección formal. En París se dedicó mucho tiempo a la enseñanza, un trabajo en el que conseguía excelentes remuneraciones y frecuentaba los salones de la aristocracia, ayudado por las conexiones e influencias de George Sand. Luego de un viaje a Inglaterra y Escocia, su salud empeoró y murió el 17 de octubre de 1849.
El funeral de Chopin se celebró el 30 de octubre en la iglesia de Santa Magdalena de París y fue enterrado en el Cementerio de Père-Lachaise. Aunque su cuerpo permanece en París, se obedeció la última voluntad del músico, extrayendo su corazón y depositándolo en la Iglesia de la Santa Cruz de Varsovia.
Amor, locura y muerte
Una historia de amor, trunca por la locura y el suicidio, es la de Robert Alexander Schumann, nacido en Zwickau, Sajonia, el 6 de junio de 1810, y muerto cerca de Bonn el 29 de julio de 1856. De esos 46 años solamente veinte le pertenecieron en plenitud.
Era de temperamento esquizotímico, escindido en dos personalidades. La verdad interior lo impulsó a firmar unas veces "Eusebius" (su personaje tierno) y otras "Florestan" (el turbulento), lo que muestra un conocimiento interior de su ser psíquico.
Hijo de un editor, hombre culto, y de una mujer que tuvo aptitudes musicales, fue iniciado en el piano a los siete años y en la composición a los doce, pero al mismo tiempo escribió poemas y artículos literarios. Tras morir su padre, se inscribió, por deseo de su madre, en la Facultad de Derecho de Leipzig, pero la abandonó dos años después. No los había perdido para la música, ya que estudió composición con Friedrich Wieck, padre de su futura esposa, Clara.
Tempranamente sintió el rechazo de la moda musical, en la ópera como en el concierto, y eligió como modelo a Bach.
La música para piano de Schumann es romanticismo al rojo vivo. No sólo porque hay en sus piezas una apasionante indagación de su microcosmos, sino porque, más allá de la inefable belleza que ellas ofrecen, hay un estilo compositivo único, irrepetible e intransferible.
Entre los años 1829 y 1839, parte de los cuales coinciden con los de sus atormentadas relaciones con la pianista Clara Wieck, es cuando surge la mayor parte de su creación pianística.
En 1832 conoce a Clara. Ambos enamorados, tuvieron que contraer matrimonio por orden judicial en 1840, a causa de la oposición de Wieck, quien consideraba que la unión podía perjudicar la carrera de su hija. Hay que hacer notar que Clara Wieck-Schumann era por entonces la pianista más prestigiosa de Europa. En cuanto a la obra del célebre músico, jamás podremos saber hasta qué punto y en qué aspectos la obra de él se nutrió del genio que se frustró en su mujer.
De todas formas, es difícil concebir una fortaleza como la de Clara. A lo largo de su vida perderá a cuatro de sus 11 hijos, y Schumann padeció constantes depresiones y delirios. Decía que escuchaba una música ensordecedora que lo llevó a varios intentos de suicidio, mientras su esposa cuidaba de los niños, realizaba giras para conseguir dinero, daba clases de piano.
En 1854 el estado del músico se agravó y no quedó otra solución que recluirlo en una casa de reposo. No lo volverá a ver: dos años más tarde murió uno de los mayores músicos del romanticismo alemán, completamente loco. Había llegado a deambular a cuatro patas por su habitación, y la escasa lucidez no hacía más que aumentar el sufrimiento.
Durante la enfermedad de Robert otro músico, Johannes Brahms, se convierte en el ángel consolador de Clara. Es evidente que la amó, y ella le devolvió su protección tocando su música. Cuando muere Schumann, Clara exclama en el mejor tono del romanticismo reinante: "¡Ay, si me hubiera llevado consigo!".
JUAN CARLOS TARIFFA