El mundo ha vibrado durante días con la revolución de los nuevos medios que vive el Irán post electoral, donde nuevas webs "sociales" como Twitter, Facebook o Youtube adquirieron una inusitada e inesperada relevancia al convertirse en la vía por la que miles de iraníes disconformes con el resultado electoral reportaron sobre las protestas y su represión policial.
El fenómeno ha llegado tan lejos que incluso medios tradicionales como las cadenas de televisión se han servido generosamente de los mensajes y videos enviados desde teléfonos móviles o cámaras de aficionados de manera anónima y que "levantaban" de estas webs. Incluso el departamento de Estado norteamericano llegó a pedir a Twitter que pospusiera sus tareas de mantenimiento dado el papel que estaba adquiriendo en las protestas iraníes.
"No sabría la diferencia entre un Twitter y un tweeter (pío pío)", bromeó la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, "pero creo que mantener esa línea de comunicaciones abierta en momentos en que no hay muchas otras fuentes de información es una expresión importante del derecho a opinar y de ser capaces de organizarse que valoramos", agregó en tono más serio al ser preguntada esta semana por la petición oficial a la web.
Irán es la última -y quizás más moderna- expresión de un fenómeno que sin embargo viene de más largo, desde que en los últimos años se ha generalizado el acceso a Internet y a las nuevas tecnologías en general.
Muestra de su relevancia es quizas el español Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica que se llevaron también esta semana los padres del teléfono móvil, Martin Cooper, y del correo electrónico, Raymond S. Tomlinson, por "su impacto en la sociedad", según consideró el jurado. Ninguna región del mundo se ha librado de este "impacto".
Tampoco América Latina donde, si bien la brecha digital es aún muy grande en muchos países, los nuevos medios han servido -y sirven- para marcar políticas y eludir censuras oficiales. El caso más relevante sigue siendo Cuba. El país con menor acceso tecnológico -los cubanos recibieron permiso oficial para adquirir un celular apenas hace un año y sólo un porcentaje mínimo de su población tiene acceso a Internet- se ha convertido sin embargo en el ejemplo regional más claro del impacto de las nuevas tecnologías en la libertad de expresión. Y todo ello a raíz de una sola persona, la filóloga Yoani Sánchez, quien en 2007 inició un atrevido blog donde se atreve a cuestionar la política oficial.
SILVIA AYUSO
DPA