Las grandes bombas hidráulicas depositadas en el galpón de suministros son el más fiel testimonio de que el proceso de producción de soda mediante el método solvay se cambió desde su inicio hasta la efectiva puesta en marcha de la planta. "Cada una cuesta 300 mil dólares", dice mientras muestra los cuatro artefactos Jorge Godoy, una de las autoridades arribada recientemente de Santa Cruz, relacionado con los empresarios Fabián de Souza -actual presidente de la sociedad- y Cristóbal López, el inversor con lazos kirchneristas, a quien se le adjudica la real posesión de la industria sanantoniense.
Las bombas eran para obtener agua salada, pero luego el proceso se modificó y antes de la puesta en marcha fueron descartadas. Así como se rediseñó la captación del agua también se optó, a mediados de los 90 por la presión de la comunidad, por derivar los efluentes al bajo El Riñón, en lugar de arrojarlos al mar, como se preveía 20 ó 30 años antes.
La idea, siempre sostenida desde la empresa, era que en el bajo se formaría un "blanket" -una suerte de capa de sólidos compuesta básicamente por calcio- que impermeabilizaría los cuencos, evitaría las filtraciones y posibilitaría la evaporización del agua. Pero eso tampoco da muestras, en estos tres años de funcionamiento, de cumplir con lo que se esperaba.
"Hasta ahora el sistema no funciona como se diseñó. Pero estos dueños están desde hace solamente tres años y trabajamos para mejorar. El proceso fue diseñado de una manera y está resultando de otro. Se dijo que casi no debería haber infiltración, pero no existe algo no permeable. Son 500 hectáreas, algo va a filtrar. Esa superficie tampoco se puede revestir con membranas", reconoce Miakota.
"Alpat fue diseñado con otro concepto -continúa-, sacando a granel". Miakota justifica así las últimas inversiones, ya que hubo que comprar máquinas para embolsar, para big bags, se preparó un galpón para que no se pierda el producto por lluvia y se mejoraron los procesos.