La emergencia hídrica que vive la región en estas horas reviste la suficiente gravedad como para preocupar, no sólo por las consecuencias actuales del nivel de los ríos, sino también por lo que aún puede suceder hasta que concluya el período de lluvias y precipitaciones níveas en la cordillera y los valles.

En el tema influyen muchos elementos, algunos difícilmente predecibles como aquellos vinculados con las alteraciones del clima y otros, en cambio, que responden a un patrón convencional y perfectamente atendible por los procedimientos normales.

La intensidad de las precipitaciones es, gracias a los avances de la tecnología y de los conocimientos humanos sobre meteorología, cada vez más pasible de ser pronosticada con bajos rangos de error aunque mantienen cierta condición azarosa.

En cambio, mucho menos imponderable es el nivel de los embalses, cuyo manejo durante los meses de verano y otoño debe conciliar las necesidades del mercado energético nacional con la previsión de los requerimientos que plantea la estación lluviosa. Este aspecto genera una duda razonable en virtud de que, apenas comenzaron las lluvias, los embalses se ubicaron tan cerca de sus niveles máximos que brindan a la Autoridad Interjurisdiccional de Cuencas muy pocas alternativas a la erogación de grandes cantidades de agua aun a riesgo de afectar vidas y bienes de las personas ubicadas río abajo.

Durante estos días, y presuntamente a raíz de los cambios naturales que se producen en el lecho de ríos de características aluvionales como los de la región, es posible ver que, sin que se haya llegado a los caudales record de la crecida del 2001, hay lugares que en aquella ocasión no fueron inundados y que hoy sí lo están, y viceversa. Esto dificulta la percepción real de los datos técnicos.

La AIC informa que la erogación total del Neuquén no supera los 650 metros cúbicos por segundo, mientras que la del Limay ronda los 1.650 metros cúbicos por segundo, lo que da para el Negro un caudal de 2.300 m3/s.

En la costa fue notorio ayer el avance de las aguas, que -sumado a la lluvia que azotó con intensidad la región hasta después de mediodía- provocó varias evacuaciones de personas que permanecían en sus viviendas rodeados por el agua, y que ayer debieron abandonarlas.

Más allá de que todavía sea una hipótesis la posibilidad de que los caudales del Negro lleguen este fin de semana a los 2.600m3/s que marcaron el record de crecida en 2001, es evidente que, con los embalses cerca de su nivel máximo, todavía queda esperar dos meses más de lluvia y nieve, cuando ya se habla de que habrá más precipitaciones intensas a principios de agosto. Con las cuencas altas de los ríos Collón Curá y Traful colmadas y con una acumulación de nieve cercana a sus niveles máximos conocidos, este dato suma una natural incertidumbre y requiere de quienes tienen a su cargo la administración de la cuenca un esfuerzo máximo de esclarecimiento e información, para minimizar en la coyuntura lo que no se logró con la prevención.