Violencia y mujeres con sordera

Agencia Colpisa / Grupo Vocento

Su doble discriminación por su condición femenina y su sordera acentúa la vulnerabilidad ante la violencia machista del medio millón de españolas con discapacidad auditiva. Así lo pone de manifiesto el estudio cualitativo “Situación de las mujeres sordas ante la violencia de género”, que subraya la urgente necesidad de medidas y recursos adaptados a ese colectivo para garantizar su protección efectiva frente al maltrato.

Carmen Sánchez Moro, autora de la investigación promovida por la Confederación Estatal de Personas Sordas, dibuja un escenario de partida que arroja luz sobre la realidad casi invisible de esas mujeres víctimas o en grave riesgo de sufrir malos tratos. Son, recuerda, “uno de los colectivos más vulnerables”, al conjugarse factores como las barreras de comunicación, su desconocimiento de los recursos contra esa lacra social y una perjudicial sobreprotección que las aísla y favorece una “percepción deformada” que las lleva incluso a “no tener conciencia de sufrir violencia de género”.

__Mayor riesgo__

El círculo de la discriminación y mayor vulnerabilidad se cierra con la ausencia de medidas y recursos adaptados. A las dificultades de accesibilidad a la información y comunicación se suman la falta de intérpretes de lengua de signos especializados en ese ámbito y el desconocimiento sobre la comunidad sorda entre los equipos profesionales que abordan el problema de la violencia de género en escenarios sanitarios, policiales y judiciales. Por ahí van precisamente las propuestas de intervención, que además de llenar esos vacíos plantean la necesidad de un servicio de atención integral a las mujeres sordas víctimas de violencia machista que incluya servicios de teleasistencia y de mediación o intermediación.

El estudio cualitativo, basado en fuentes documentales, entrevistas en profundidad a mujeres sordas y a “informantes claves” y grupos de discusión, tuvo una destacada participación de representantes y técnicas de las federaciones de personas sordas de Andalucía, Galicia y Madrid. Por eso su retrato, aunque no responda a un muestreo estadístico, ofrece pistas básicas para enfrentar la violencia de género contra las españolas con discapacidad auditiva. Empezando por un trasfondo general que sirve para enmarcar el problema: según un informe de la Unión Europea sobre grupos minoritarios, el 80% de mujeres con discapacidad es víctima de algún tipo de violencia, y su riesgo de sufrirla en el ámbito sexual es cuatro veces mayor que el del resto de la población femenina.

__Conciencia insuficiente__

Ya en el ámbito concreto de las mujeres sordas en España, el movimiento asociativo ayuda a perfilar una situación que todavía aparece difuminada. Por una parte, aunque se constata que el problema alcanza por igual a todas las españolas, independientemente de su condición social o discapacidad (así lo señala el 43,4% de las personas consultadas en las federaciones), también existe conciencia de que la mayor vulnerabilidad de ese colectivo se traduce, como cree el 46,4%, en que sufre “violencia de género en mayor medida que el resto de la población femenina”. Por otro lado, hay una percepción rotunda sobre la amplitud de la violencia de género en la distancia corta de la propia localidad de residencia (el 86,7% considera que sucede con mucha o bastante frecuencia), que también se deja ver en un entorno aún más cercano como el asociativo: el 60% ha tenido conocimiento en su organización de algún caso.

Así y todo, la información y sensibilización sobre la violencia machista en el propio colectivo se considera todavía insuficiente. Aunque las personas consultadas en las asociaciones hablan de una comunidad bastante (43,4%) o muy (10%) concienciada al respecto, también observan con preocupación cómo casi la mitad (46,6%) lo está aún “poco”. Y esto puede ser fuente de serios problemas para las mujeres sordas que intentan liberarse de esa lacra social. “El tema es muy tabú”, se admite, en un “colectivo muy pequeño” y cohesionado donde todos se conocen, lo que favorece que “las mujeres se calle y aguanten” cuando no ven claro un posible respaldo. Además, tampoco les es fácil buscar apoyo fuera de su comunidad debido a las dificultades de comunicación con las personas oyentes.

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