Relatos de Viaje a Ecuador

Por Cecilia Bergoboy

Partimos hacia Quito, la mitad del mundo, en medio de una tregua entre cenizas que el volcán nos concedió. El viaje en avión fue bueno y para mí, que me resultan tan tranquilizadores los aviones, un buen comienzo. Allí nos esperaba Fabián a quien yo conocí hace  muchos años atrás, cuando ninguno de los dos esperaba convertirse  en las personas  que somos hoy y que, por suerte o por sincronicidad dedicamos nuestra vida aencontrarnos en  la interioridad de un cosmos. Daniel y Fabián congeniaron y la conversación fluyóen un ida y vuelta. Disfrutamos la mutua compañía y descubrimos nuestras vidas actuales, ocupaciones y propósitos. A la vez Dany y yo empezamos a salir solos del hotel, una cuadra para un lado … otra para el otro… difícil, todo escalones arriba y abajo, descensos abruptos y autos estacionados sobre las veredas como si tal cosa. Bueno… Paciencia y atención! No queríamos renunciar a nuestra independencia. Al fin encontramos una calle transitable en algo así como  un lugar donde andan muchos turistas y la recorrimos con disfrute.
Un día saliendo de un restaurante vegetariano, al mediodía, una pareja nos ofreció ayuda para cruzar. Conversamos un momento, nos dejaron su tarjeta, tenían una agencia de viajes. Fuimos allí al día siguiente y con ellos  acordamos dos excursiones, una a Otavalo, lugar habitado por comunidades indígenas; y otro viaje a Baños donde existen aguas termales, allí nos quedamos cuatro días y fue maravilloso.
La sincronicidad apareció y como siempre me deja el asombro de la Divina Presencia  a cada paso. Santiago, dueño   de la agencia tuvo a su padre dedicado a la rehabilitación de personas ciegas, y eso no fue todo…ese hombre,padre de Santiago, que era un alto ejecutivo de la Sony, estaba por viajar a Japón.  Unos días antes de la partida tuvo un accidente de tránsito que lo dejó parapléjico. Hizo su rehabilitación en Canadá y cuando volvió, como solo movía los brazos… aprendió sistemaBraille para luego enseñarlo a quien lo necesitara. Con la historia de su padre atrás, Santiago se acercó a ofrecernos ayuda en un barrio de Quito un mediodía del mes de Julio de 2011.
Nunca llovió en Quito a pesar de los pronósticosque mostraba la Internet. Allí nadie sabe ni la temperatura ni la humedad y menos la sensación térmica! El clima cambia todo el tiempo, nos dicen que puede llover a cántaros y salir el sol sucesivamente varias veces en el día. Nadie se asombra por eso, se ríen  y comentan que el clima en Quito es como somos nosotras las mujeres… impredecibles!
Una tarde , Fabián nos hizo conocer unas termas en medio de la montaña, un frío bárbaro y todos en malla metidos en el agua cálida, nos rodeaban la montaña nevada, un aire límpido y quieto y arbustos de floripondios cuyos pétalos caían al agua. A la par un río que bajaba con fuerza, agua de deshielo, rumor y potencia, la naturaleza que habla.
Conocí a Cecilia, a quien Daniel encontró en un congreso en Mar del Plata. Ella es ecuatoriana de Quito. Nos acompañó junto a su hija, a recorrer una feria de frutas y hortalizas cuyos puestos ofrecen productos para nosotros en gran parte desconocidos. Mi tocaya y su hija, también CECI, fueron guías en lo sensible, canto popular y coral, ópera y quichua mezclados con alegría, caminatas en un parque árboles y césped, runas y aguita aromática, como allí llaman a los tecitos de hierbas. Solo cariño y agradecimiento para ellas y el camino para reirse de uno mismo, abierto y mostrándose .
Cuatro días en Baños, lugar plano, alivio. Termas, sauna, baños de vapor y eucaliptos, hidromasaje… un paraíso para limpiar cuerpo y emociones. Muchas sincronicidades y gente que nos confiaba sus dolores yduelos, sentían que podíamos ponernos en su lugar sin juzgar, un verdadero intercambio de almas. Lo agradezco, me amplía el corazón.
Por último una curiosidad: un restaurante macrobiótico divino y además un encuentro causal: otro ciego que comía macrobiótica,… aunque solo por salud y no por convicción pero todo un hallazgo!
Pasan por el recuerdo la casa de Guayasamín y un guía que no se podía creer!
y una comida a oscuras en una cueva en la montaña.
Dejo para el final algún maltrato e incomprensión, alguna que otra persona aprovechadora, pero muy pocas por suerte y tapadas por la situación tan compleja y evolutiva de dar por tierra con los prejuicios ante la ceguera. Agradezco tanto la comunicación con  aquel paisaje humano, tan distinto y tan igual.

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