(Para cualquiera de las fechas confirmar asistencia por mail, mensaje de texto o teléfono)
EN NEUQUEN
ENCUENTRO DE DESCUBRIMIENTO - SABADO 8 DE DICIEMBRE DE 14 A 16 HS. – ENTRADA ¨A LA GORRA¨ (Para participar confirmar previamente la asistencia)
ENCUENTRO INTENSIVO - DOMINGO 9 DE DICIEMBRE DE 10 A 13.30 HS. (Podrán participar quienes hayan tomado previamente su Entrevista y Sesión Individual.Deberán también inscribirse previamente)
Contacto en Neuquén: Gabriela Rocamora – Te: 0299 – 154014087
Si estas interesado en participar y querés mayor información sobre este método comunicate con anticipación. Acordaremos una entrevista para contestar tus dudas y conocer cuales son tus inquietudes.
Si conocés a alquien que pueda interesarle esta propuesta, te agradezco le reenvies este mail.
Te espero,
María Florencia Vidarte
Formada en Antigimnasia de Thérèse Bertherat.
Instructora de Yoga
Teléfonos: (0294) 442 71 51 / (0294) 15 4 36 43 70
e-mail: florvidarte@yahoo.com.ar
¨- No se morirá respirando de esa forma – me dijo ella – Pero tampoco vivirá. Al menos, no plenamente.
Me dí cuenta de que mi dificultad era casi exactamente la misma que la de todo el mundo. No espiraba. Retenía el aire en los pulmones, que permanecían así parcialmente distendidos y habían perdido el hábito de expulsar el aire. Para mí, respirar bien significaba aspirar bien, ensanchar el tórax, hacer temblar las aletas de la nariz. En realidad, lo más importe es la espiración.
Pero ¿cómo aprender a respirar? La señora Ehrenfried desdeñaba las diversas disciplinas consistentes en bloquear el vientre o el diafragma, o en ¨concentrarse¨, para caer de nuevo en los malos hábitos a la primera distracción. La respiración deber ser natural. Es el cuerpo el que tiene que encontrar o, más bien, volver a encontrar su ritmo respiratorio.
¿Y por qué hemos perdido el ritmo respiratorio natural? ¿ No se debe a que, ya desde los primeros instantes de nuestra vida, retenemos el aliento cuando sentimos miedo o no hacemos daño? Más tarde, lo retenemos también cuando tratamos de impedirnos el llorar o el gritar. Pronto sólo espiramos para expresar alivio o cuando ¨nos tomamos el tiempo¨ de hacerlo.
Respirar superficialmente, irregularmente, se convierte en nuestro medio más eficaz para dominarnos, para no tener sensaciones. Una respiración que no nos oxigena lo suficiente obliga a nuestros órganos a trabajar al ralentí y reduce las posibilidades de la experiencia sensorial y emotiva. Así terminamos por ¨hacer el muerto¨, como si nuestra mayor preocupación consistiese en sobrevivir hasta que el peligro – vivir – haya pasado. Triste paradoja. Siniestra trampa de la no tratamos de liberarnos porque no somos conscientes de hallarnos prisioneros.
¿Cómo permitir al cuerpo volver a encontrar su respiración natural, perdida desde hace tanto tiempo? La señora Ehrenfield nos pidió de nuevo que nos echásemos en el suelo y, esta vez, que cerrásemos los ojos. Hablando muy lentamente, meciéndonos con sus palabras, nos dijo que nos imaginásemos nuestros ojos, no como si sobresaliesen de la cabeza, sino como reposando en sus órbitas, como ¨guijarros que dejamos hundir en un pantano. Esperen al final de los remolinos¨
Me relajé y, por un momento, me sentí lejos de las preocupaciones cotidianas. Y entonces dejé escapar un profundo suspiro. A partir de ese suspiro, de esa gran espiración involuntaria, mi ritmo normal se restableció…
En lugar de aspirar generosamente, de espirar con avaricia y volver a aspirar inmediatamente, comencé a respirar en tres tiempos: 1ro. aspiraba, 2do. espiraba, ahora completamente, y 3ero. mi cuerpo esperaba.
Esperaba a tener necesidad de aire para aspirar de nuevo. Más tarde aprendí que esta pausa correspondía al tiempo que el cuerpo precisa para emplear la provisión de oxígeno aportada por la respiración precedente. Por primera vez desde semanas atrás, experimenté una profunda paz interior. Empecé a bostezar, con unos bostezos enormes, incontrolables, como si satisfaciese así una sed de aire reprimida desde hacia mucho tiempo, quizá desde mi más tierna infancia.¨
Me dí cuenta de que mi dificultad era casi exactamente la misma que la de todo el mundo. No espiraba. Retenía el aire en los pulmones, que permanecían así parcialmente distendidos y habían perdido el hábito de expulsar el aire. Para mí, respirar bien significaba aspirar bien, ensanchar el tórax, hacer temblar las aletas de la nariz. En realidad, lo más importe es la espiración.
Pero ¿cómo aprender a respirar? La señora Ehrenfried desdeñaba las diversas disciplinas consistentes en bloquear el vientre o el diafragma, o en ¨concentrarse¨, para caer de nuevo en los malos hábitos a la primera distracción. La respiración deber ser natural. Es el cuerpo el que tiene que encontrar o, más bien, volver a encontrar su ritmo respiratorio.
¿Y por qué hemos perdido el ritmo respiratorio natural? ¿ No se debe a que, ya desde los primeros instantes de nuestra vida, retenemos el aliento cuando sentimos miedo o no hacemos daño? Más tarde, lo retenemos también cuando tratamos de impedirnos el llorar o el gritar. Pronto sólo espiramos para expresar alivio o cuando ¨nos tomamos el tiempo¨ de hacerlo.
Respirar superficialmente, irregularmente, se convierte en nuestro medio más eficaz para dominarnos, para no tener sensaciones. Una respiración que no nos oxigena lo suficiente obliga a nuestros órganos a trabajar al ralentí y reduce las posibilidades de la experiencia sensorial y emotiva. Así terminamos por ¨hacer el muerto¨, como si nuestra mayor preocupación consistiese en sobrevivir hasta que el peligro – vivir – haya pasado. Triste paradoja. Siniestra trampa de la no tratamos de liberarnos porque no somos conscientes de hallarnos prisioneros.
¿Cómo permitir al cuerpo volver a encontrar su respiración natural, perdida desde hace tanto tiempo? La señora Ehrenfield nos pidió de nuevo que nos echásemos en el suelo y, esta vez, que cerrásemos los ojos. Hablando muy lentamente, meciéndonos con sus palabras, nos dijo que nos imaginásemos nuestros ojos, no como si sobresaliesen de la cabeza, sino como reposando en sus órbitas, como ¨guijarros que dejamos hundir en un pantano. Esperen al final de los remolinos¨
Me relajé y, por un momento, me sentí lejos de las preocupaciones cotidianas. Y entonces dejé escapar un profundo suspiro. A partir de ese suspiro, de esa gran espiración involuntaria, mi ritmo normal se restableció…
En lugar de aspirar generosamente, de espirar con avaricia y volver a aspirar inmediatamente, comencé a respirar en tres tiempos: 1ro. aspiraba, 2do. espiraba, ahora completamente, y 3ero. mi cuerpo esperaba.
Esperaba a tener necesidad de aire para aspirar de nuevo. Más tarde aprendí que esta pausa correspondía al tiempo que el cuerpo precisa para emplear la provisión de oxígeno aportada por la respiración precedente. Por primera vez desde semanas atrás, experimenté una profunda paz interior. Empecé a bostezar, con unos bostezos enormes, incontrolables, como si satisfaciese así una sed de aire reprimida desde hacia mucho tiempo, quizá desde mi más tierna infancia.¨
¨El cuerpo tiene sus razones¨
Thérèse Bertherat
Thérèse Bertherat