Como físico teórico, entiendo muy bien el concepto de vulnerabilidad: hay pocas cosas en el cosmos que no sean susceptibles de sufrir daño. Incluso el propio universo algún día puede llegar a su fin.
La humanidad siempre ha sido vulnerable a distintas dificultades. Y no hay duda de que los grandes descubrimientos científicos —desde la penicilina hasta la tabla periódica, desde la evolución hasta la electricidad— nos han ayudado a entender nuestro mundo, reducir nuestra vulnerabilidad y crear sociedades más resistentes.
Pero, pese al enorme y variado progreso, muchas personas y grupos siguen siendo vulnerables, aunque ninguno más que las personas con discapacidad. Las Naciones Unidas calculan que más de 1.000 millones de personas viven con alguna forma de discapacidad y tienen una representación desproporcionada entre los más pobres del mundo y los que mayor riesgo corren de sufrir violencia, desastres, gastos médicos exorbitantes y muchas otras dificultades.
La gran mayoría de las personas con discapacidad tienen dificultades simplemente para sobrevivir, y ya no digamos vivir vidas que ellas valoren de manera razonada, para utilizar el léxico del desarrollo humano. Sin embargo, la discapacidad no debe ser un obstáculo para el éxito. Durante casi toda mi vida adulta he tenido una enfermedad motoneuronal, pero no me ha impedido desarrollar una destacada carrera en la física teórica y una vida familiar feliz.
Por supuesto, me doy cuenta de que, de muchas formas, he sido afortunado. Mi éxito en la física teórica ha asegurado que haya podido vivir una vida que valoro. Me he beneficiado de atención médica de primera clase. Puedo confiar en un equipo de asistentes que me permiten vivir y trabajar cómodamente y con dignidad. Mi casa y mi lugar de trabajo se han hecho accesibles para mí. Expertos informáticos me han ayudado con un sistema de comunicación asistida y un sintetizador de voz, que me permiten redactar conferencias y documentos y comunicarme con distintos públicos.
Las personas con discapacidad somos vulnerables por los numerosos obstáculos a los que nos enfrentamos: actitudinales, físicos y financieros. Eliminar estos obstáculos está a nuestro alcance y tenemos el deber moral de hacerlo. Más allá de este deber moral, haríamos bien en recordar otras muchas razones para actuar. La legislación implantada para asistir a las personas con discapacidad hoy en día beneficiará a casi todo el mundo en algún momento:casi todos nosotros tendremos alguna deficiencia en algún momento de la vida o cuidaremos de alguien que la tenga. Las invenciones, como el reconocimiento óptico de caracteres o la tecnología por control cerebral, tienen muchas otras ventajas además de ayudar a las personas con discapacidad.
Pero lo más importante es que la eliminación de estos obstáculos liberará el potencial de muchísimas personas que tienen muchísimo que aportar al mundo. Los gobiernos de todo el mundo ya no pueden ignorar a los cientos de millones de personas con discapacidad a los que se les deniega el acceso a la salud, la rehabilitación, el apoyo, la educación y el empleo, y quienes nunca tienen la oportunidad de brillar.
(*) Este texto es originalmente una contribución especial del Profesor Hawking incluida en el Informe sobre Desarrollo Humano 2014 “Sostener el progreso humano: reducir vulnerabilidades y construir resiliencia”. Revista Humanum y la Oficina del Informe de Desarrollo Humano colaboran regularmente en la difusión de contenidos ligados al desarrollo humano. Blog Humanum.