¿Cómo vincularnos con chicos con discapacidad?

Cuando un niño con discapacidad, cualquiera sea ésta, va por la calle, las miradas del resto suelen reflejar pena. No importa si el niño va con una sonrisa de la mano de su mamá, o si está contento sobre un caballo que sube y baja en la calesita. La gente parece ver solo la discapacidad, y es ahí donde radica la mayor dificultad en el vínculo.

Te invito a repasar algunos puntos que jamás deberíamos perder de vista:

Los niños son solo niños

Un niño con discapacidad tiene una limitación importante que seguramente disminuirá su capacidad de aprendizaje y modificará sus modos de expresión. Pero no deja de ser un niño que necesitará los cuidados básicos como cualquier otro, aunque probablemente también requerirá de algunos cuidados especiales. Necesitará cariño, muchos abrazos y muchos besos. Necesitará comprensión, paciencia y atención. Pero también necesitará límites, y que se respeten sus tiempos y sus espacios. Es decir, que un chico con una discapacidad requiere tanto que se atienda las dificultades que derivan de su patología, como que quienes lo rodean no se olviden de que es un niño, solo un niño.

El juego, el aliado más importante

Jugar es la herramienta de aprendizaje más importante para todo niño. Jugando exploran, descubren y se sorprenden. Y jugando también se vinculan con otros. Pero jugar no es solo cosa de chicos. Y si nos detenemos un poquito a mirarlos, podremos descubrir lo importante que es para ellos que un adulto se sume a su juego. No para reglarlo y ordenarlo o para decirle que se está equivocando en algo. Sino para jugar con él, según sus reglas, siguiendo sus formas. Y será en ese momento cuando podremos ver y entender cómo percibe ese niño las cosas. Porque es a través del juego que los niños reflejan lo que sienten, les gusta, o incluso lo que no quieren.

Claridad ante todo

La lástima no es un aliado en el vínculo. Al contrario: es uno de los peores enemigos. No retarlo porque “pobrecito, con su discapacidad no entiende”, no debería ser una opción. El vínculo entre dos personas debe ser parejo, sin importar el rol que cada una ocupe. Se trata de dar y recibir. Si uno cede todo el tiempo el vínculo se desequilibra. Y, de este modo, el niño entiende que puede hacer cualquier cosa, ya que no habrá consecuencias. Pero no es cierto: las consecuencias aparecerán tarde o temprano, viéndose reflejadas en un vínculo desgastado.

Por eso, enseñarle, cuidarlo, marcarle los límites y mimarlo como a cualquier otro niño es lo que hará fuerte el vínculo.

Fuente: www.imujer.com

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