Domingo 1 de Septiembre de 2002

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Patagonia, ¿un nuevo país?

 

El influyente "The New York Times" planteó en tapa la partición argentina como solución a sus problemas. El mismo diario vinculó hace poco a Menem con una coima pagada por Irán para encubrir el atentado a la AMIA. La versión fue descalificada por "disparatada" aunque también se destacó el interés estratégico.

 
Cuando hace unos meses, el gobernador Jorge Sobisch sacudió la perniciosa modorra colectiva - correlato del paro forzoso de millones de personas, paso previo a un proceso de disgregación -, con su proyecto de regionalización, un sagaz periodista de la capital federal, lo puso en aprietos en la Casa Rosada. El neuquino respondió con aplomo cuando el cronista le hizo referencia a un proyecto geopolítico de un influyente sector norteamericano y, a boca de jarro, le preguntó si su movida no era, en realidad, el preludio a una escisión de la Patagonia. Sobisch contestó que no tenía la intención de acomodarse a la geoestrategia estadounidense y que no estaba planteando el intercambio de recursos naturales por deuda externa, como se rumoreaba (y se sigue rumoreando) en distintos estratos del poder.
El artículo publicado el martes pasado por "The New York Times", deslizando que se están echando semillas para conseguir la independencia de la Patagonia, fue considerado "un delirio" por gobernantes y analistas, pero en las profundidades de tal hipótesis no sólo se esconden las elucubraciones nacionalistas, sino presunciones sobre un reordenamiento global, en el que las potencias hegemónicas se aprovecharían del desquicio en países cuyas poblaciones están empobrecidas y saqueadas, pero que poseen "tierras fértiles, bosques, reservas de agua, la Antártida...".
Poco antes de su fugaz paso por la Presidencia (que será recordado por el festejo del default), Adolfo Rodríguez Saá (el peronista mejor ponderado por las encuestas), les contó en "off" a hombres de prensa de distintos medios, un plan para aliviar el peso de las obligaciones externas y destinar recursos genuinos a la generación de empleos. Reveló allí que no dudaría en ceder la administración de espacios verdes y parques nacionales, a cambio de los gravosos intereses de la voluminosa deuda argentina. "Nadie sabe cuánto debemos, a quién le debemos, por qué, quién recibió la plata, dónde está invertida", dijo el jueves, en un desbordante Luna Park, al retomar la cuestión y prometer que investigará los compromisos "ilegítimos e inmorales".
La anticipada apreciación de Rodríguez Saá coincidió con una encuesta que Giacobbe y Asociados hizo en Chubut y otros lugares de la región, inquiriendo hasta dónde estaban dispuestos los habitantes de la seductora Patagonia a ceder sus derechos territoriales (incluso sobre la Antártida), a cambio del borrón y cuenta nueva. Giacobbe guardó el misterio sobre la empresa (al parecer europea) que le encargó la compulsa y descalificó el artículo del influyente diario neoyorquino. Distanciándose de las conclusiones del corresponsal Larry Rother, puso en duda que sean ciertas las aseveraciones y relatos de sus entrevistados, entre ellos el propio Sobisch.
El experto sostiene que la nota de tapa en "The New York Times" no es casual "y mucho menos inocente". Dejó abierta de tal manera la puerta a operaciones que "bien podrían resultar de utilidad a sectores en apariencia antagónicos".
Las sospechas deambulan. En Inteligencia del Ejército (una institución para nada refractaria a la filosofía norteamericana), se guardan recortes de diarios extranjeros, entre ellos el "Finantial Times", donde se menciona el propósito republicano de conseguir una base antimisilística en el desértico y abandonado extenso territorio conquistado por Julio A. Roca. "Piensan que si la Argentina se sigue deshilachando económica y políticamente, llegará el instante de dar un paso adelante. Eso dependerá de que nosotros superemos este caos", señaló una fuente fidedigna de ese organismo militar.
Hay otros datos que dan pábulo a la "loca" tesis rupturista. El gobernador de Tierra del Fuego, Carlos Manfredotti, cedió un terreno en Tolhuin, en el centro de la isla, para que Estados Unidos realice "estudios nucleares con fines pacíficos". Norman Bailey, quien revistó como asesor del hoy presidente transitorio Eduardo Duhalde, aconsejó entregar tierras públicas y activos provinciales, según consignó el diario El Cronista Comercial en agosto de 2001. La iniciativa de Bailey apuntaba a transformar la cesación de pagos tan mortificante en inversiones directas, para que los acreedores se conviertan en propietarios y promuevan desarrollos sustentables, una expresión que encanta al hoy razonablemente esquivo Fondo Monetario Internacional (FMI).
En el presente, el hechizo patagónico acaparó a varios magnates: Stallone, George Soros, Benetton, Von Buch Olse, Swarosky, Joe Lewis, Ted Turner. Todos ellos escuchaban atentamente al ya fallecido Rudiger Dornsbusch, promotor de una suerte de intervención internacional, ante la incapacidad y latrocinio en que incurrieron los dirigentes (partidarios, empresarios, sindicales, policiales, etc) del granero del mundo.
Está claro también que una secesión no se producirá mañana. "Esta es una iniciativa de largo aliento, tranquilamente pueden pasar diez años más", apreció la fuente de Inteligencia del Ejército. Sorprendido por "Río Negro", el canciller Carlos Ruckauf tildó de "disparate" cualquier partición. "Nuestro territorio es indivisible. Debemos recuperar lo que nos falta, Malvinas, y no ceder parte de él", indicó. No quiso contestar más preguntas para "no agrandar la versión", no obstante lo cual reconoció que hay "intereses internos y externos que se sienten abandonados y a los que no les importa preservar el interés nacional".
Otros expertos, consultados por la embajada de Estados Unidos, también aluden al "despropósito". Es el caso de Rosendo Fraga, para quien el dominio contemporáneo no pasa por la ocupación. Señaló que descartada por inadmisible la apropiación patagónica por parte de Israel y clausurados los conflictos fronterizos con Chile, se abrió un proceso privatizador en que el petróleo y la electricidad pasaron naturalmente a manos extranjeras.
Una teoría más conspirativa es manejada por Enrique Zuleta Puceiro, quien sugiere quizá ingenuamente que el corresponsal Rother, "se comió una operación justicialista" sobre algo de imposible ejecución. Abonó de esa manera una frase del extinto Perón, quien recitaba que "para que haya trampa en el juego se necesitan dos cosas: un fullero y un estúpido".

Arnaldo Paganetti
arnaldopaganetti@rionegro.com.ar

     
     
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