Domingo 12 de agosto de 2001
 

Un loco a la caza del enorme oso feo

 

Dotado de un proverbial talento para acabar con sus rivales, Muhammad Ali es considerado una leyenda viviente, un rey. Pero esta definición trasciende el deporte y lo ubica como una de las máximas figuras del siglo pasado. Ali, en la actualidad aquejado por el Parkinson, continúa su vida dignamente. No siente lástima por su estado. "Todo, todo tiene su propósito", ha dicho. "Rey del Mundo", un libro del Premio Pulitzer David Remnick, es la última biografía del campeón. Por estos días también se filma una película que abarca la mayor parte de su actividad pugilística, protagonizada por Will Smith y dirigida por Michael Mann. En este Cultural, un fragmento de la obra de Remnick, el relato de Norman Mailer de la pelea entre Joe Frazier y Ali en los "70, y el perfil del mayor peso pesado de todos los tiempos.

  Los separaron antes de que nada serio pudiera ocurrir, pero Liston, ahora, ya sabía la clase de acoso a que iba a verse sometido. Clay y su entorno pusieron en marcha el rumor de que estaban preparando un "asalto en toda regla" contra el Surfside Auditorium, donde entrenaba Liston, y de vez en cuando le enviaban emisarios, para que no se olvidara de ellos. En otra ocasión, Clay se trasladó en automóvil hasta el chalé donde vivía Liston y se instaló en el césped con toda su cohorte, sabiendo que el campeón los veía desde sus ventanas. "Fue una humillación para Liston", ha dicho Mort Sharnik, que estaba en Miami por el Sports Illustrated. "Ya había tenido dificultades para conseguir la casa, porque se hallaba en un barrio blanco. (...) Mientras tanto, Clay se entrenaba más a fondo que nunca. Tras haber estudiado filmaciones de varias peleas anteriores de Liston -contra Cleveland Williams, Eddie Machen, Patterson y otros rivales-, se le ocurrió una bien planeada estrategia:
"Mira, el púgil dura en unos asaltos y escamotea en otros", contó a la revista Playboy, más tarde. "Nadie puede pelear durante quince asaltos. De modo que me entrené para pelear los dos primeros asaltos e impedir que Liston me tocara. Sabía que él empezaría a cansarse en el tercero, y que a partir de ese momento iría a peor en cada asalto. De modo que me entrené para escamotearme a lo largo del tercero, del cuarto y del quinto. Por dos motivos. Primero, porque quería demostrar que era capaz de aguantar a Liston. Segundo, porque quería gastarlo a fondo, que se desesperara. Era cosa de que se pasara el tiempo lanzando golpes sin ton ni son, y fallándolos. Si me limitaba a eso, mientras él aguantara sobre las piernas, era imposible que no ganara el combate a los puntos. De modo que me condicioné para pelear a fondo desde el sexto al noveno asalto, si es que la cosa se prolongaba tanto. Nunca pensé que pasaría del noveno asalto. Por eso anuncié que lo liquidaría en el octavo. Di por sentado que a partir del sexto me habría hecho con el control de la situación. Tenía que andarme con mucho cuidado, que no me tocara, acosándolo y sacudiéndolo hasta hacerle perder los estribos, hasta dejarlo ciego, para que fallase todos los golpes y se volviera loco. Mi plan era tumbarlo en algún momento del octavo asalto, aprovechando algún golpe suyo que me lo pusiera en posición favorable. ¡Yo sabía muy bien que iba a conmocionar el planeta!"
Liston, por su parte, se entrenaba con idea de llegar a un KO rápido. Hizo lo que en él era costumbre: saltar la cuerda y aporrear el saco a los marcados sones de "Night Train". Pero corrió mucho menos de lo que debería haber corrido -tres o cuatro kilómetros, como mucho, un par de veces a la semana- y trabajó con sparrings bastante mediocres. (...) "Sonny no se lo empezó a tomar en serio hasta un mes antes del combate", ha dicho uno de sus sparrings, Foneda Cox. "Y acudió a Miami convencido de que iba a matar a Clay. Lo digo en serio, matarlo de verdad. No tenía por qué molestarse." (...)
No hay razón alguna para que dos pesos pesados tengan que pasar por la báscula antes del combate. A diferencia de otros púgiles, de categorías más ligeras, los pesos pesados no tienen por qué atenerse a ningún límite de peso. Ocurre a veces, cuando un peso pesado se quita el batín, que la gente exclama, en tono verdaderamente dramático: "¡Dios! ¡Qué gordo está!". 0, por el contrario: "¡Tiene una pinta impresionante!" Pero no es frecuente. Los periodistas ya han visto a los púgiles en los entrenamientos y conocen muy bien la condición física del campeón y del aspirante. Si hay alguna razón que justifique el pesaje, habrá que buscarla en un deseo de intensificar el ritual, como los luchadores de sumo golpean el suelo con los pies y arrojan puñados de sal antes de sus batallas. Al igual que en las verdaderas guerras, el ritual tiene su importancia. (...)
La ceremonia de pesaje previa a la pelea entre Liston y Clay estaba prevista para la mañana de la pelea, e iba a celebrarse en la zona de carga del Palacio de Convenciones de Miami Beach. Clay se presentó luciendo una chaqueta vaquera de color azul con las palabras "caza del oso" bordadas en rojo. Con él iban Dundee, Sugar Ray Robinson, William Faversham, del Grupo de Louisville, y Bundini. Apenas había nadie en el local aun, pero ello no impidió que Clay empezara su calentamiento.
Secundado por Bundini, se puso a gritar: "¡Vuela como una mariposa! ¡Pica como una abeja!", golpeando el suelo rítmicamente con un cayado africano.
-¡Soy el campeón! ¡Estoy aquí para hacer ruido! ¡Díganle a Sonny que he llegado! ¡El campeón no es él! ¡En el octavo asalto se demostrará! ¡Que me traigan al oso grande y feo!
La comitiva entró en uno de los vestuarios. Robinson y Dundee trataban de calmar a Clay mientras éste se ponía un batín blanco de felpa.
-Tienes que comportarte correctamente -le decía Dundee-. Esto es el campeonato. Va a estar la prensa. La posibilidad de que Clay montase un buen número durante el pesaje no era un secreto para nadie que hubiese asistido a sus conferencias de prensa y sus entrevistas de Miami. Tanto era así, que un veterano miembro de la Miami Beach Boxing Commission acudió al vestuario para aconsejar a Clay en lo tocante al protocolo. Contado Dundee, "y Clay se volvió loco". "El problema estaba en que era demasiado temprano. Aún no había llegado nadie. De manera que acabamos teniendo que hacerlo todo dos veces. Fue sorprendentísimo. Pensábamos que en una determinada hora íbamos a hacer una entrada tremenda, con Muhammad gritando "¡Soy el boxeador más guapo del mundo!" Gritando, aullando, todo lo que hiciera falta. Pero habíamos llegado con una hora de antelación. Así que nos batimos en retirada, estuvimos enredando un rato en el despacho de Chris, y volvimos a montar el número completo una hora más tarde."

"Rey del mundo" de David Remnick
(Debate, 2001)

   
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