"A diferencia de nosotros, que somos un poco indisciplinados, los australianos hicieron un sistema de respeto por la ley que está metido en la cultura de la gente, acá todo se paga, tanto si usted tira un pucho en la calle como si arroja basura o comete una infracción de tránsito. Es como una dictadura con democracia".
Rodolfo Rivarola es un chapista de 72 años nacido en Morón, provincia de Buenos Aires, que se vino a Australia en el ´74, cuando el país naufragaba en medio de una gran conmoción política.
Comenzó a trabajar en la Chevrolet australiana y además montó su propio taller de chapa y pintura. "En el ´75 ganaba 1.000 dólares australianos -siempre valieron más que los estadounidenses- por semana y en el ´78 tenía casa propia". Rodolfo vino con su esposa, Nancy Del Carril, y sus dos hijas, una de 14 y otra de dos años, ambas estudiaron acá, se casaron y le dieron varias nietas.
"Al principio tuve dificultades con el inglés y ahora mismo no soy muy ducho pero estoy conforme, vivo bien", dice aunque admite que el país le tira y ha vuelto muchas veces a la Argentina, donde tiene hermanas y algunas tías.
Rivarola es muy activo y está fuertemente vinculado a la comunidad latinoamericana de Sydney. Creó la Asociación Sanmartiniana de Australia y la Fundación Gardeliana. Hace una revista de tango y trajo el primer busto de San Martín, que colocó con ayuda del Council (municipalidad) en la plaza Iberoamericana del barrio.
El hombre exalta el sistema de salud pública, que se financia con el 1,5% de los haberes de los trabajadores activos y cubre todas las prestaciones y los medicamentos. Como buen argentino en su casa, ubicada en los suburbios de Sydney, ve los canales de aire criollos y no se priva de nada, inclusive de tener una parrilla y un gallinero con gallinas ponedoras.