Nevaba por la mañana, y muchos estudiantes recordaron más tarde que al levantarse el mal tiempo había sido su principal preocupación. Apenas pocas horas después, su mundo había cambiado. Todo comenzó a las 7:15 de la mañana en el edificio West-Ambler-Johnston de la Universidad Politécnica de Virginia en Blacksburg, en medio de las bellas Blue Ridge Mountains. Allí se alojan 895 estudiantes, y muchos aún dormían cuando se escucharon los primeros tiros.
Entonces llegó la policía, hubo gritos, sirenas y por megáfono se impartió la orden de no salir al exterior. "Sabíamos que algo andaba mal, pero no teníamos idea qué", comentó la estudiante Charlotte Walker. Entonces encendió su ordenador, y según dijo al canal MSNBC, su corazón se detuvo.
Ni siquiera entonces fue consciente de la verdadera dimensión de la "tragedia monumental", según la describió más tarde el presidente de la universidad, Charles Steger. Al parecer, un desconocido ingresó en la residencia para estudiantes y mató a una persona. Además hubo varios heridos, según informó la dirección de la universidad en una página web. Entonces, dos horas después, llegó una nueva noticia espeluznante: también hubo tiros en Norris Hall, del otro lado del campus, "tiros y tiros", según comentó un conmocionado testigo que lo oyó todo. Parecía que el atacante seguía libre. ¿O eran dos?
En la televisión se superpusieron las informaciones, se mostraron los primeros videos amateur, imágenes captadas por estudiantes con sus teléfonos móviles, policías, ambulancias, y comenzó la sospecha de que se produjo una gran masacre.
Entonces habló delante de las cámaras el presidente de la universidad, y la televisión transmitió el suspiro de los periodistas, impresionados, cuando dieron a conocer que murieron más de 30 personas y que decenas estaban heridas. Dos estudiantes saltaron por una ventana por el pánico, otros se escondieron o se tiraron al piso. Incluso los policías más endurecidos lloraron.