"No quiero ir al colegio. Allí te matan". Lo escribió un pibe de Beslán, Rusia, en setiembre del 2004. Su escuela había sido arrasada por los terroristas chechenos y el Ejército ruso.

"El miedo a que me vuelva a suceder me distorsiona todo lo que yo estaba convencida que era la vida". Reflexión de una joven violada hace dos años en Córdoba.

El mundo se torna inseguro por mil razones. Y aquí y allá, en cada sitio a su ritmo, la inseguridad devenida en miedo, desestructura la personalidad. Y produce escisiones dramáticas en la sociedad.

Pero también amaga con construir nuevos sujetos sociales. Anoche, en Argentina, ese cuerpo se manifestó en Plaza de Mayo.

Por momentos desde algunos sectores ese sujeto agitó una cierta idea de orden que puede tornarse inquietante en un país con densa historia de autoritarismo. Y poca memoria sobre sus costos.

Y en Plaza de Mayo se orilló gritar "Patria", en términos que en este país suele implicar la posibilidad de desmesuras.

Pero el grueso del sujeto escuchó a dos hombres que se encargaron de mantener el equilibro que suele fracturar el miedo.

Uno, Juan Carlos Blumberg, con su clásica línea discursiva, forjada en un dolor cuya magnitud él solo puede definir.

El otro, una de las intelectualidades más sólidas del país: el rabino Sergio Berjman.

Como hace dos años en Roca, Berjman, en un marco de emociones muy fuerte, tuvo anoche la infinita delicadeza de advertir que el miedo puede ser vencido por la libertad, por el derecho, por la justicia. Lo vencerá la comprensión y la lucha contra las razones profundas que alientan el miedo generalizado.

Pero jamás lo vencerá el exceso, el prejuicio, la intolerancia o el autoritarismo. Sólo lo incrementarán.

Impecable Berjman.

Porque éste es el desafío de este sujeto social. Vertebrarse en su sentido histórico desde la dignidad que implica defender la vida. Evitar la solución simple.

Que siempre es la peor.