Viernes 28 de diciembre de 2001

Merlo, entre el fútbol, los amigos y el pelo teñido

"Esto no se paga ni con todo el oro del mundo"

Rácing consiguió llenar dos canchas al mismo tiempo

Ríver hizo todo bien, pero no alcanzó para ir al desempate

 

Rácing pegó el grito que tenía contenido desde hace 35 años

 

Sufrió con Vélez, pero se dio el gusto de dar la vuelta. Una gran fiesta se desató para festejar el título.

  BUENOS AIRES (Télam).- Ya no les importa nada: Rácing se proclamó ayer, por fin, campeón del fútbol argentino después de 35 años, y sus hinchas cambiaron una pesada mochila, cargada de frustraciones, por un grito sagrado, ronco, único e irrepetible. Un empate 1-1 ante Vélez fue el último escalón, el "paso" final hacia la ansiada conquista del torneo Apertura, que terminó por consagrar una asociación de palabras que parecía imposible de conseguir: Rácing campeón.
La mentada fidelidad de la parcialidad racinguista, marcada a fuego en una larga acumulación de decepciones, encontró ayer en el éxtasis, en la euforia y la forma de purgar tanta angustia.
El cabezazo de Gabriel Loeschbor, a los 8 minutos del segundo tiempo, se transformó en la estocada final del campeonato que los de Avellaneda pelearon palmo a palmo con Ríver. Después Mariano Chirumbolo logró la igualdad.
La tensión que acompaña a toda definición de un título, la presión que sobrellevaba Rácing y el gol de Ríver antes del comienzo del partido confluyeron para que el juego se tornara áspero, intenso y cargado de infracciones.
Vélez, liberado de responsabilidades, supo aprovechar en el arranque el nerviosismo que dominaba el equipo de Avellaneda, que no terminaba de pensar en la historia para dedicarse a asegurar el título.
Un remate desviado de Martín Hidalgo, a los 2 minutos, y un derechazo de Leandro Gracián, a los 9, bien contenido por Gustavo Campagnuolo, marcaron ese buen pasaje de Vélez.
La recuperación futbolística de Rácing llegó de la mano de una noticia alentadora: el empate de Rosario Central 1-1 ante Ríver en Nuñez hizo explotar a tribuna. El equipo, algo más tranquilo, ganó algunos metros en el terreno de juego.
Así Rácing creó un poco de peligro. Primero, una media vuelta de Claudio Ubeda que se perdió por encima del travesaño y, más tarde, con una pelota disputada en el área entre Gastón Sessa y Rafael Maceratesi.
Un susto grande se llevó la "Academia" cuando a los 33, en su área, Roberto Nanni se despachó con una serie de amagues para luego habilitar a Gracián, aunque el pibe de Vélez finalmente conectó un disparo que pasó cerca del palo izquierdo.
Con fervor ante la carencia de calidad técnica, Rácing, sobre el final de la etapa, recuperó el aliento, con una cuota más de firmeza en el mediocampo, con un Maximiliano Estévez más movedizo, pero con el déficit futbolístico que arrastró a lo largo de todo el campeonato.
Mientras Ríver liquidaba su partido, que terminó en goleada (6-1), Rácing encaró el segundo tiempo con convicción y tranquilidad para controlar el encuentro.
Pero el título recién pareció quedar entre manos cuando a los 8 Loeschbor capitalizó un centro frente a una estática defensa de Vélez y, con un cabezazo, desató la furia en tras tribunas al dejar la pelota en la red.
Un minuto después Vélez tuvo la oportunidad de complicarle el partido a Rácing, pero Nanni, sólo, desperdició una impecable chance con el arco libre.
Después el equipo orientado por Merlo hizo lo que mejor sabe: apeló a su garra. Pero en un momento de desconcentración su defensa le regaló una pelota a Chirumbolo, quien liquidó sin dudar a Campagnuolo y selló el empate.
Hubo quince minutos de nerviosismo, de máxima tensión, que Rácing transitó con la garganta en la boca para llegar a su consagración.
No jugó bien Rácing el día de su consagración, porque a este Rácing 2001 no le sobra brillo. Pero fue, no hay dudas, un campeón legítimo. ¿Acaso los hinchas de Rácing pedían más?

Brilló la blanca y celeste...

¿Dónde estará Carlos Gardel? ¿En qué borde está parado Oreste Corbatta? Felices, aquí o allá, los dos disfrutan este día, como el nacimiento de un hijo, como la lealtad de la satisfacción, que no por esperada deja de ser natural.
En qué bandera brilla, desde el este al oeste, desde el norte al sur, el rostro de Tita Mattiussi, que nació, vivió y murió de amor por el club? Cuántos de los que hoy lloran de alegría hicieron lo mismo de tristeza el 7 de marzo de 2000, en el estadio y la quiebra y la frase de que Racing "ha dejado de existir", como una lápida?
Por qué ninguno de los 72 técnicos que pasaron hasta ahora lograron lo que pudo Reinaldo Merlo, de cuestionado a monumento? Cuántas noches, desde hace 35 años, fueron invadidas por sueños de campeones, por celestes y blancos surgidos en camas de sábanas revueltas, bajo techo o cielo descubierto?
Quién dormirá en la estación Barracas Iglesia, cuna y fundación hace 98 años de este club, tradición, tango y pasión? Cuántos carnets se rompieron un domingo y se emparcharon al día siguiente para tenerlo listo para la próxima revancha? En qué cajón están los recuerdos del descenso, dde las canchas descuidadas de la B?
Qué radio escuchará hoy Omar Catalán, goleador de la Supercopa del "88, héroe anónimo en las calles porteñas? ¿Cuántos años de diarios cubrieron de blanco los escalones del "Cilindro", papelitos alegres que vieron jugar a Maschio, Pizzutti y Perfumo? ¿Quién señaló con la suerte del título a Campagnuolo, Maciel, Loeschbor, Ubeda, Vitali, Bastía, Chatruc, Bedoya, Barros Schelotto, Estévez y Milito? ¿Dónde está Carlos Gardel? En qué borde está parado Oreste Corbatta? En el límite de la locura, la felicidad, la credulidad, y llorando por no estar ahí para reirse de los 35 años, y gritar Rácing campeón.

   
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