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El festival de montaña se encamina a Buenos
Aires. En Bariloche dejó tres noches de adrenalina
y reflexiones. Desde los descensos de esquiadores
y riders por empinadas laderas de nieve virgen como
los del documental “Lost and Found”,
hasta los “saltos base” de la noruega
Karina Hollekim en “20 seconds of Joy”,
o los “free solos” de Dean Potter en
“Aerialist” o la ascensión al
“Broad Peak” en la galaxia de montañas
del noreste de Pakistán de la expedición
de los guías patagónicos, todo huele
a “espíritu adolescente”. Los
protagonistas de esta búsqueda de emociones
fuertes recitan estadísticas que confirman
el riesgo, todos transitan por la delgada línea
que separa la vida apacible de los simples mortales
de aquellos que eligieron vivir peligrosamente.
Para una gran parte de la audiencia, los documentales
fueron una ventana abierta a otro mundo, un mundo
que invita a viajar a los últimos rincones
posibles del planeta para reproducir allí
el viejo anhelo de los exploradores de antaño:
descubrir las propias obsesiones mientras se devela
una nueva geografía.
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Los hombres siempre documentaron,
se rodearon de escribas, dictaron crónicas
y pintaron las cuevas. Ahora hay otra tecnología,
mas barata, más accesible, más práctica.
Ahora todos documentan. Así nació
en Canadá, en el año 1976, el “Banff
Mountain Festival”, para compartir con el
publico en general, la documentación, la
evidencia de la aventura y la prueba de que se había
estado allí. En Argentina se presenta desde
el año 2001, como “un festival de cine
de aventura y naturaleza”. En las dos primeras
noches se proyecta una selección de cine
internacional y en la tercera noche, los realizadores
más destacados de la Argentina, presentan
sus películas.
El festival de cine de montaña de Banff
comenzó como una expresión artística
de lo que los fundadores llamaron la “cultura
de montaña”. Es en esa cultura en donde
hunde sus raíces y así lo ha expresado
siempre la cuidadosa selección de películas
del mismo. Pocas son las actividades relacionadas
que pueden sustraerse a su hechizo. Las nuevas generaciones,
apoyadas en una geografía que se agota, en
nuevas tecnologías y en el temor de que ya
todo se ha hecho, exploran los últimos rincones
del planeta y practican las más variadas
actividades extremas. “Snowkiting”,
kayak, “base jumping”,”free soloing”,
“speedflying”, son sólo algunos
de los nombres, que para los legos, parecen ser
solo parte de una extraña jerga para iniciados.
Desde afuera, a juzgar por el despliegue, parece
que se viaja en la superficie, pero en realidad
son todos viajes interiores. Por ello, hay en todo
ese mundo de extraños y bizarros paisajes,
inmersos en música de jóvenes y volcados
a la pantalla en una estética de video clip,
más de los que se muestra a simple vista.
Se trata sin duda de una nueva aproximación
a la naturaleza, la vieja pasión envuelta
en nuevas formas. La audiencia percibe, detrás
de todas esas frenéticas actividades, el
mismo viejo anhelo de trascender, de superar desafíos
y de lanzarse a la ruta. El anhelo joven de los
que recién comienzan el viaje y no llevan
casi equipaje.
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