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Todo en el ambiente huele a joven:
la música, las publicidades, las actitudes
y las bebidas. Incluso la vieja voz de Bob Dylan
que en un momento aporta su banda de sonido a la
nueva aventura, proclama que finalmente las “cosas
han cambiando”.
“Lost and Found” comienza a proyectarse
ante la ansiedad del público y las miradas
comienzan su febril recorrido detrás de los
mejores riders del planeta a lo largo de blancas,
inmaculadas y remotas laderas de las montañas
de Alaska y Canadá. Parece que asistiéramos
a un largo y apasionante video-clip que nos arrastra
a gran velocidad por paisajes de ensueño.
Los jóvenes solo descienden quemando vida.
“Aerialist” ya es otra
historia, porque Dean Potter es un héroe.
Es un héroe, no sólo por las metas
logradas a lo largo de su vida, sino porque realiza
sus escaladas en solitario (“free-solo”)
sin usar ni cuerdas, ni equipo, ni seguridad para
prevenir potenciales caídas hacia la muerte.
“Aerial”, un tributo a la muerte de
su mentor y compañero de escalada José
Pereyra, muerto en México en el año
2002, trata sobre la transformación de Dean
Potter de escalador de roca, a lo que el mismo define
como un “acróbata de altura”.
Perseguido por sus obsesiones, que lo llevan a superar
continuamente nuevos desafíos, se ha propuesto
ahora, cumplir con el mas antiguo de los sueños
de los hombres, volar. Al documental le cabe el
título que lleva una nota periodística
escrita sobre Dean hace ya algunos años:
“escalar a la velocidad del alma”.
Trial&Error es una película de bicicletas.
En ella el byker canadiense Ryan Leech, muestra
sus habilidades en un complejo circuito construido
en las profundidades de los bosques del oeste de
Canadá. Es también una solitaria advertencia
al desmonte de las selvas vírgenes aunque
algunas imágenes de los complicados andariveles
no parecen avalar el mensaje.
“Entropy”. Otro video clip en el cual
la mirada acompaña a famosos “snowkiters”
a lo largo de escenarios blancos y helados de las
montañas nevadas de Noruega. Hay escenas
de improvisación y reinvenciones varias y
todo parece ser parte de un mismo universo con el
cual se juega continuamente. Casas, terrazas, balcones,
rutas, son todos accidentes geográficos de
un mismo desafió. En todo se intuye la percepción
ingenua de de la juventud que avanza jugando sobre
el mundo.
“Ice Mines”. Su solo nombre, evoca escenarios
sobrecogedores, como si en él, encerrara
una contradicción. Exceptuando alguna helada
chimenea, pareciera que escalar en hielo, siempre
remite a exteriores. Picos congelados e inertes,
masas ilimitadas de hielo en superficie, glaciares
y ventisqueros. El escalador canadiense Will Gadd
y su compañero de andanzas, el sueco Andreas
Spak decidieron incursionar en viejas cavidades
industriales para practicar continuar con su obsesión,
algo que a juzgar por las escenas del documental,
no transcurrió al margen de ciertos riesgos
mortales para ellos y sus acompañantes del
equipo. El irónico humor de los escaladores
es a lo largo de toda la película un necesario
contrapunto a la ansiedad que produce el desarrollo
de la acción en el interior de esas extrañas
bóvedas ventiladas, que según los
protagonistas “procuraban un aire refrigerado
y hielos conservados durante siglos con numerosos
anillos de crecimiento y que además, parecen
no tener fondo alguno”.
“Balance”. Con una nueva dosis de nieve
y esqui en la pantalla, terminan las proyecciones
de la noche.
Entre los espectadores crece la curiosidad por
la siguiente noche de adrenalina. Sin duda una experiencia
a recomendar para todo aquel interesado en la naturaleza,
el anhelo por la distancia y la continua búsqueda
del hombre por superarse.
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