1.- La fuerza de las imágenes no puede contra el guión: es previsible, obvio y a veces hasta excesivamente burdo. El malo es un malo de maquieta, sin ninguna arista, y los buenos son buenos hasta el empalago. El guión no deja lugar a ninguna segunda lectura. Es lo que se ve. Y nada más.
2.- La trama es anticipatoria: no hay misterio. Es casi seguro que uno puede adivinar lo que va a ocurrir desde que comienza el filme.
3.- Las consignas ecológicas y místicas, por la simpleza con que son enunciadas.
Muchos podrán alegar que no se prestan a equívocos, pero lo cierto es que resultan de una inocencia pasmosa.