Así como Saddam Hussein era un dolor de cabeza para George W. Bush, la guerrilla talibán, que resurge en Afganistán y se extiende junto a Al Qaeda por Pakistán, comienza a ser un serio problema para el presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Quizás el propio Obama sospechó de algún modo lo que ahora está ocurriendo en esa convulsionada zona, ya que durante su campaña para ganar la presidencia sostenía que era necesario retirarse de Irak e incrementar las fuerzas en Afganistán, en cuya frontera con Pakistán se cree está escondido -si es que vive- Osama Ben Laden.
"Si el presidente Obama puede balancear el número preciso de tropas que estabilizarán Afganistán y Pakistán, sin involucrar directamente a Estados Unidos como en Vietnam, entonces él verdaderamente merece el Premio Nobel de la Paz", dijo el analista estadounidense Thomas L. Friedman.
Tras la invasión estadounidense a Kabul, poco después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, los talibanes buscaron aliados en Pakistán, donde últimamente encontraron el apoyo de ciudadanos de Punjab, la provincia más grande del país, según informes gubernamentales.
Ante la magnitud de la crisis, Obama admitió que está preocupado por lo que ocurre en esa zona, donde la presencia de Al Qaeda dejó de ser un enigma para convertirse en una realidad que podría hacer perder otra guerra a Estados Unidos, si este país no actúa con rapidez, declaró el general norteamericano Stanley McChrystal. Pero muy lejos del fanatismo militar de Bush, que invadió Irak ante las armas de destrucción masiva que no tenía Saddam Hussein, el mandatario evalúa con serenidad los pasos a seguir. (Telam)