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BUENOS AIRES (Sebastián Busader, enviado especial).- Dramático, aterrador, de película, épico, póngale el título que quiera a esta historia increíble que se contó ayer en el Monumental y que terminó con un cóctel de angustiosa alegría: con el cielo cayéndose de manera líquida, con Martín Palermo siendo el héroe de la historia, envuelto en lágrimas el Titán, siempre héroe y figura.

Pasará mucho tiempo hasta que vuelva a haber un final como éste. Porque la somnolienta Argentina se puso en ventaja en el arranque del segundo tiempo, pero se durmió, se llenó de nervios y dudas, perdió la pelota, Rengifo le empató a los 45 y Palermo, el increíble Martín, tuvo que sacarle la cabeza de abajo en el agua.

Cuando estaba hundida, cuan-do Lionel Messi era apenas un actor de reparto, cuando el gigante de Núñez abría sus fauces para tragarse a todos los albicelestes que deambulaban sin gravitar por el césped.

Lógicamente, por el patético papel que evidenció el seleccionado criollo, sólo quedó como positivo el triunfo, porque lo puso de nuevo en zona de clasificación (cuarto) y empatando en Montevideo el miércoles estará casi adentro del Mundial de manera directa, ya que en este caso Ecuador deberá vencer a Chile, ya clasificado, en Santiago y por una diferencia de cinco goles.

Una victoria increíble porque en realidad, el equipo de Diego estuvo casi afuera de Sudáfrica 2010 durante tres minutos, entre el gol de Rengifo y la nueva hazaña de Palermo.

En el arranque las conexiones entre Pablo Aimar y Lionel Messi invitaron a pensar que Maradona estuvo acertado. El Payaso se hizo cargo del balón y, en los primeros 15 tejió fútbol en torno a su aura. Apenas iban 60 segundos cuando interactuó con Lio, y de un pase de Higuaín surgió un disparo de Enzo Pérez que hizo ensuciar a Butrón.

Con Perú dispuesta a amurallarse y aguantar los embates, el partido pasó por ver de qué forma el seleccionado encontraría el detonador para hacer explotar las gargantas en el Monumental.

A los 6 hubo explosión, pero onomatopéyica, cuando Heinze se perdió de cabeza un gol increíble y a los 18, el eléctrico Di María corrió y metió una gran pelota para el Pipita, que hizo todo bien hasta que debió rematar, pifiado y directo al pie del "1".

Pero el cerrojo incaico despertó los viejos fantasmas y sobre los 35, filoso y descarnado, llegó el pedido popular para que el seleccionado se mueva.

A esa altura, Argentina era un equipo predecible, errático y con la movilidad de un rumiante. Aimar perdió peso porque entre los cinco volantes de Del Solar se ocuparon en reducir su juego con el correr de los minutos, y la Pulga, sin socio y anclado en la derecha, debió bajar demasiado y fue apresado por su propio individualismo. Como el fútbol es una cadena de causas y consecuencias, Higuaín entró poco y nada en juego, y sólo el incansable trajín de Di María se salvó.

El desenlace del primer tiempo fue con tres jugadas de riesgo para los locales (media vuelta de Aimar que nadie tocó, disparo de Messi cerca y desborde de Di María que no pudo controlar Butrón). Y un silbido que se multiplicó por miles, seguido por un ruego popular: el ingreso de Palermo.

El temor de apoderó de todos al inició del complemento, cuando Vargas estrelló una volea en el travesaño, pero a los 2 Aimar encendió sus piernas, actuó vertical y punzante, y metió la puñalada justa para que Higuaín se descargara en la red.

Desde ahí hasta el final, el seleccionado fue un equipo desordenado que perdió la posesión del balón y que vagó sin rumbo debajo de un diluvio. La Argentina jugó tan mal en ese segundo tiempo que Romero terminó siendo la figura de la cancha, al tapar tres pelotas clarísimas, incluso un mano a mano a Ramírez, sobre los 12 del complemento.

Lo visto en el epílogo fue inaudito. Perú adelantó sus líneas, y el equipo de Maradona perdió el contacto con el balón. Diego colocó cinco defensores y el equipo se desdibujó de tal forma que ninguna línea supo bien como cubrir y coordinarse con la otra. Sufrió mucho en el segundo tiempo pero más en el final, cuando Rengifo empujó al gol una serie de rebotes.

La lluvia azotaba. El público maldecía. Messi seguía con las manos en jarra. Maradona se descargaba y maldecía. Pero apareció Palermo, empujó al gol un disparo de Insúa y la ilusión volvió a vivir.

De los que jugaron ayer Rolando Schiavi terminó con dolores, mientras que al salvador Martín_Palermo le harán estudios para determinar el grado de la lesión en la nariz. El cuerpo médico no descarta que sufra una fisura.