BUENOS AIRES (Sebastián Busader, enviado especial).- Si bien costó, el Monumental se fue calentando con el correr de los minutos y a falta de un cuarto de hora para el inicio el fanatismo venció cualquier tipo de resistencia. Las gargantas se activaron, los latidos se aceleraron y el "Argentina, argentina..." fue el único cántico permitido.
La Negra Sosa y su versión del himno nacional fue un momento profundo para las 55 mil personas y debió ser una inyección anímica para los muchachos de Maradona.
La voz penetró y se adueñó de todos los rincones del estadio y fue lo que faltaba para presagiar una buena tarde-noche.
El inicio del seleccionado fue a toda orquesta, pero la música futbolística se apagó y lo que preponderaron fueron los rumores y un concierto de silbidos.
Martín Palermo, sentando en el banco, fue el hombre de la noche.
El incesante pedido del público por su espigada figura se materializó adentro de la cancha en la segunda parte. Fue el más ovacionado, el que comenzó pidiendo La 12 y que después todo el mundo reclamó.
Con Aimar ya afuera, Mascherano debatiéndose solo en el medio, Messi desaparecido, preso de rústicos defensores peruanos, el que surgió en medio del mar de dolor y sufrimiento fue Palermo, que escribió un capítulo más de su vida de película.
Apoyo. Antes de comenzar el partido, el plantel albiceleste recibió la visita de Javier Zanetti y Fernando Gago, dos de los jugadores que en algún momento estuvieron en el plantel y para estos partidos no fueron convocados.
El defensor del Inter y el volante del Real Madrid fue a dar su apoyo a pesar de estar fuera del equipo.
Aguante visitante. Unos 200 hinchas peruanos se instalaron en la Centenario Media sobre uno de sus costados. Al final se fueron con las manos vacías.