El Parador Retiro puede ser la última estación para algunas de las almas sufrientes y marginales que habitan Buenos Aires.
Jorge Leandro Colás ha retratado con inteligencia y respeto este microuniverso ubicado a pocos metros del centro neurálgico de la capital. Allí se refugian una variedad de personajes que no logran encontrar un espacio propio y digno donde vivir y que antes que terminar en la calle optan por dormir bajo este techo multitudinario. Parador Retiro, no es una comunidad, como queda explícito en el filme del mismo nombre sino una geografía breve por la que pasan los condenados. Hay diálogos desde extraños hasta desopilantes, pasando por frases cotidianas que unos podrían encontrar en el intercambio verbal de dos vecinos. Pero esto es Parador Retiro, un consuelo en medio del dolor, un respiro.
El filme de Colás aproxima de un modo inteligente y nada artificial ese mundo en sombras. Lo hace palpable. La cámara indaga, da testimonio. Al final, terminamos por sorprendernos ante nuestra propia realidad. Los hijos del dolor, los náufragos de la vida, son iguales a quienes ahora los escrutan desde una butaca. Su desesperanza también es nuestra. (C. A.)