| * "Américo Ghioldi dijo una vez que este país parecía ingobernable y el Parlamento no sirve para nada si sus miembros no conversan, debaten, escuchan. Por cierto, la filosofía de Karl Schmidt era autoritaria, pero una de sus objeciones al parlamentarismo es cierta cuando dice, con ironía, que si unos votan siempre a favor y otros siempre en contra los debates son inútiles y alcanza con la aritmética. Pero el concepto de la política como arte de la combinación es democrático y genera la idea de libre elección (Schmidt la reemplaza por el plebiscito) mientras que, en el punto opuesto al del filósofo alemán y algunos de sus discípulos argentinos, que quizá lo captaron sin haberlo leído, está la competencia entre ideales y partidos. Illia no pensó nunca que el arte de gobernar necesitara de la creación de enemigos como fundamento del poder ni que el deber de protección debía subordinarse a la obediencia, dos ideas básicas del pensador teutón Karl Schmidt. Illia no pretendió nunca una mayoría automática, la negación del debate, pero no supo o no pudo articular un esquema flexible de coincidencias en los temas fundamentales. En un parlamento democrático la mayoría decide pero la cuestión es que esa situación debe poder revertirse, que convencer es posible, que los gobernantes escuchen a los otros y los otros atiendan las razones de los gobernantes". * "La imagen de Arturo Illia como hombre lento y anacrónico persistió unos quince años después de su derrocamiento. Existe por lo menos una generación que no sabe quién fue. Durante mucho tiempo, era un hombre que atrasaba, que no comprendía el cielo en el que le había tocado vivir y gobernar. Ahora, en la penumbra de los ideales, es mayor la cantidad de personas que están al día con las inestabilidades emocionales de Diego Maradona que con la propia historia de su pasado reciente, una clave indispensable para entender el presente". (Rodolfo Pandolfi y Emilio Gibaja en "La democracia derrotada. Arturo Illia y su época"; Edt. Lumiere, Bs. As., 2008, págs. 338 y 341) | |