Por dos veces presidente de la Academia Nacional de la Historia, Miguel Ángel de Marco explora el pasado argentino con mirada serena y argumentada, recalcando que hoy se viven tiempos de "agravios" y demagogias en muchas de las lecturas que se hacen sobre ese proceso.
-Renzo De Felice, uno de los más rigurosos estudiosos del fascismo, señalaba que el más grave error que puede cometerse en historia es definir situaciones en términos de "ausencia de todo bien, presencia de todo mal".
-Es un buen encuadre. Acá, la interpretación de la historia está siempre librada a agravios de todo tipo. Mire, la lectura de ese pasado merece ser más compleja que aquella que, como sucede hoy, termina alentando a embadurnar una estatua de ésta o aquella figura de nuestro pasado o cambiar el nombre de la calle, paseos... o publicar artículos que implican vejámenes sin sustento alguno, ni documental ni de ningún otro orden. Por supuesto que ninguna de estas conductas, de estas acciones, es consecuencia de actos espontáneos. Son acciones orquestadas a sabiendas de que nadie procurará ponerles freno. Pero lo grave radica también cuando desde nuestras instituciones se avalan "reivindicaciones" que luego, en función de esa decisión, alientan los agravios.
-¿Qué instituciones, por ejemplo?
-Los concejos municipales, por caso. Producen declaraciones y decisiones sobre nuestra historia dictadas desde un maniqueísmo muy pronunciado, reprobable como todo maniqueísmo. Desde argumentaciones carentes de solidez documental, embarcados en pronunciamientos que más tienen de estados emocionales que de rigor en sus fundamentos, menoscaban hoy, por tomar este presente, nada más, la figura del general Roca y esa acción fundamental para la consolidación o, en todo caso, creación del Estado nacional que fue la Campaña al Desierto. Mire, si se trata de "borrar" el recuerdo de los que llevaron a cabo acciones punitivas contra los indios en un tiempo en que el desierto se alzaba como la gran barrera para la seguridad de nuestro interior y que condicionaba definidamente nuestro desarrollo, bueno... si se trata de "borrar" ese recuerdo, lo tenemos a Juan Manuel de Rosas y la Campaña al Desierto que comandó entre 1833 y 1834, una de las expediciones más vastas que se hayan organizado en nuestro país para controlar nuestra campaña.
-En relación con la violencia a la que apeló Rosas durante esa campaña, ¿fue más dura que la liderada por Roca?
-Mucho más dura. Provocó mucha muerte. Pero en ambos casos el llamado "genocidio" no fue tal. No se puede hablar de genocidio. Y si a lo largo de una guerra que se libraba ya desde tiempos coloniales hubo víctimas, éstas fueron el resultado de peleas en las que no se daba ni pedía cuartel y no ejecuciones masivas e indiscriminadas. En cuanto al terror en tiempos de Rosas, abundan pruebas, documentación, de lo que fue ese tiempo. Y también sobre ese período hay que poner una mirada no maniquea. Pero quisiera volver a Roca. Lo que él hace mientras es ministro de Guerra en relación con el indio y la incorporación de la campaña al Estado nacional es concluir una serie de decisiones y operaciones que, con ese fin, se venían desarrollando desde la presidencia de Avellaneda. Políticas que nunca buscaron exterminar al indio; lo dicen claramente Alsina y Nicasio Oroño desde Santa Fe. Se buscaba integrarlos, pero en ese marco también había que defenderse de los indios, que mantenían en jaque a las fronteras interiores. Había un problema de protección de poblaciones donde se vivía bajo la amenaza de los malones, poblaciones salpicadas en el mapa a las que el indio saqueaba, robaba ganado, secuestraba a las mujeres. Meterse en ese espacio para incorporarlo a la vida nacional no era un tema fácil. En todo eso Roca no es nada más que el continuador de una decisión estratégica: consolidar la frontera interior y manifestar la presencia argentina en zonas en las que Chile tenía puestos sus ojos. Su visión de estratega y político le indicaba que para alcanzar pleno dominio de la Patagonia y espacios australes y consolidar la gravitación nacional en ellos y la presencia en el mundo era necesario asegurar la navegación en aguas oceánicas. Él decía que "las naciones no buscan el mar sino cuando han asegurado la dominación del suelo; cuando, zanjadas las dificultades de su organización interna, se sienten estimuladas a ensanchar la esfera de su actividad".
(*) Actual integrante y ex presidente de la Academia Nacional de la Historia de la República Argentina (2002-2005)