En "El discutidor", uno de los 75 relatos breves incluidos en "Los objetos nos llaman", el último libro de Juan José Millás (Valencia, 1946), el personaje principal construye una discusión imaginaria con su esposa. Como en un sueño, de pronto aparece debatiendo con su jefe y luego otra vez con su esposa. Finalmente, resulta que el protagonista no tiene trabajo ni está casado y, en fin, todo forma parte de construcciones mentales.
Así, mezclando fantasía, realidad y misterio, el escritor español se aproxima a lo cotidiano sin dejar espacio para la indiferencia. Utilizando frases como "los padres cuando se van dejan más misterios que bienes materiales", aborda las cuestiones familiares, hurga en cuestiones inexplicables, y revela algunas mentiras del mundo de los adultos.
"Creo que en mi literatura hay mucho contenido de la realidad no reconocida, entre la que está incluida la realidad física. Son realidades de las que no hablamos como si no existieran, ¿no? Y no sólo existen sino que determinan la realidad real. Por eso también hay en el libro mucho ingrediente fantástico, entreverado con lo cotidiano y con lo familiar. Se trata un poco de hacer esa operación que consiste en extrañarnos de lo que parece normal. Siempre digo que la gente normal es muy rara", comenta Millás a "Río Negro", en un hotel de Recoleta, mientras toma agua.
"Me gusta todo aquello que tiene que ver con lo que fantaseamos, con lo que pensamos, y que sin embargo no pasa a la vida consciente. Permanece siempre como en la trastienda. Entonces lo que hago es llevarlo a primer plano", dice el autor de "El mundo", quien estuvo en Buenos Aires para asistir a la Feria del Libro.
-¿Por qué piensa que es tan fuerte la negación?
-Se niega porque creo que conflictúa mucho aceptar que estamos determinados por instancias que no controlamos, algo que produce mucho miedo e inquietud. Entonces es preferible negarlo. Esto se ve mucho en los médicos; muy pocos de ellos te recomiendan ir al psicólogo cuando muchos de los males que nos aquejan son de origen psicológico.
-La ciencia generalmente niega la existencia de lo emocional. ¿Le parece que la gente confía más en lo tangible?
-Creo que sí, que confiamos más en lo que se toca, en lo que se ve, en lo que actúa de manera visible, en las pastillas, en un bisturí, en fin... y toda esa zona de una realidad que no se ve, que no se toca, de la que no se tiene una experiencia directa, se niega como si no existiera... con resultados catastróficos desde mi punto de vista. Lo que se niega luego actúa con más fuerza. Si lo niegas no puedes pactar con ello y hace más daño. Si tu aceptas que existen otras instancias, puedes pactar.
-La negación funciona como un intento de controlar la realidad, sin aceptar que en realidad no controlamos nada.
-Sí. Pero nos hacemos la ilusión de que todo es resultado de nuestra planificación. Es mentira. Nada de lo que planificamos nos sale. Nos sale aquello que no planificamos. Es decir, el azar, que también está muy presente.
-¿Qué valoración tiene el azar para usted?
-Determina absolutamente nuestras existencias. Esto, a medida que te haces mayor, te das cuenta cómo los actos más importantes de tu vida fueron los que cuando los llevaste a cabo parecían banales y ni siquiera reparaste en ellos. La decisión de salir de casa un minuto más tarde puede cambiarte la vida, al igual que la decisión de coger o no el teléfono. Diez o veinte años después nos damos cuenta de que un acto que parecía insignificante cambió nuestra existencia. Sin embargo cosas que tomábamos por muy importantes y que las hicimos rodeados de una gran pompa, no afectaron para nada el curso de nuestra vida. Creo que somos productos del azar más que de la planificación.
-Los niños de pronto se encuentran con que hay realidades que no existen por el simple hecho de que los adultos no las saben explicar.
-Claro. El niño tiene unas antenas increíbles y una capacidad tremenda para entrar en contacto con esas otras realidades. El proceso educativo consiste en gran medida en arrancar al niño de esas realidades con las que está en contacto. Por eso hay una frase que en España se utiliza mucho: "Tienes que tener los dos pies en la tierra". De hecho los niños muy imaginativos producen miedo e inquietud a sus maestros y a sus padres. Van amputándote esas capacidades.
-De algún modo, lo podan como a un bonsái.
-Sí, el arbusto se pierde porque te han quitado esas capacidades. Todos somos bonsái, ¿no? El escritor tiene la obligación sin embargo de cultivar esas capacidades, de no perderlas. Hay pánico de reconocer que estamos determinados por fuerzas que no controlamos y, por cierto, que están dentro de nosotros. Es lo que se llama el inconsciente.
-¿Cree en alguna vida superior?
-No, soy completamente ateo en todo sentido. No creo en Dios (se sonríe). Sí creo que hay zonas de la realidad a las que no llegamos por nuestras propias limitaciones.
-¿Limitación o autolimitación?
-Ambas cosas. También hay una limitación objetiva: nuestros límites son los sentidos. Hay gente que es más perceptiva porque está mucho más abierta y es más ingenua. Por eso creo que la ingenuidad hay que cultivarla. No ir a todas partes como si ya se lo supiera todo. Como los periodistas que antes de que empiece una rueda de prensa ya saben lo que van a escribir, con lo cual eliminan cualquier posibilidad de que salte la sorpresa en su vida. Con los sentidos se puede percibir mucho y hay gente que los tiene completamente adormecidos.
-¿Qué cree que somos?
-Pienso que es un misterio absoluto. En todo caso, si existiese algo, no tenemos posibilidad ninguna de llegar a conocerlo.
