WASHINGTON/LONDRES (DPA).- Las principales potencias económicas del mundo celebrarán este jueves en Londres una cumbre de emergencia con el objetivo de acordar una estrategia coordinada y sostenible que ayude a sacar la economía global de su peor estancamiento desde la Segunda Guerra Mundial. Para hacerlo tendrán que superar antes importantes diferencias sobre la apreciación del problema y sobre las recetas para combatirlo. Existe un amplio consenso en torno a la necesidad de reforzar los mecanismos de supervisión de los mercados financieros y de ampliar los recursos de organismos internacionales clave, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial (BM), pero quedan importantes puntos de discusión, como la conveniencia de lanzar nuevas medidas de estímulo fiscal.
En este marco y con estas dificultades, no es en absoluto seguro que la reunión del grupo de las 20 economías más desarrolladas y emergentes del mundo (G20) logre consensuar un bloque de propuestas concretas y lanzar lo que el premier Gordon Brown, anfitrión del encuentro, acertó en llamar "´New Deal´ global", en referencia al conjunto de medidas puestas en marcha por Estados Unidos tras la crisis del 29.
Además del de Reino Unido, la cumbre contará con la presencia de los líderes de Alemania, Arabia Saudí, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, España, Estados Unidos, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Rusia, Sudáfrica y Turquía.
El encuentro contará con un aliciente adicional: será la primera comparecencia de peso del nuevo presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en la escena internacional. Su llegada al viejo continente se produce en medio de una creciente tensión entre Washington y los miembros de la Unión Europea en torno a la necesidad de lanzar más paquetes de estímulo fiscal para reactivar la economía.
La administración Obama viene aprobando una serie de ambiciosas medidas contra la crisis, y el líder reclama ahora una respuesta igual de "agresiva" en el otro lado del Atlántico. Sin embargo, la oposición europea a aprobar nuevos paquetes de estímulo podría dificultar que la cumbre derive en un incremento sensible del gasto público.
El temporal está lejos de haber pasado. Así lo demuestran una catarata de datos negativos en casi todos los países del globo, la parálisis del crédito, la situación de un sinfín de bancos al borde de la bancarrota, el éxodo de inversión privada en países emergentes y un mercado bursátil tambaleante. El FMI pronosticó la semana pasada que la economía global se contraerá un 1 por ciento este año -el primer retroceso mundial en 60 años- y advirtió del riesgo de una recesión "más profunda y prolongada" si los gobiernos no encuentran un modo de estabilizar el sistema financiero. "Antes de reestructurar el cuartel de bomberos, debemos poder extinguir el fuego", escribió Stewart Patrick, miembro del Consejo de Relaciones Exteriores en Washington. "El éxito en Londres requerirá compromisos creíbles para restaurar la economía global y estabilizar los mercados financieros mundiales".
La dimensión de la crisis es tal, que sus víctimas no son ya sólo las instituciones financieras: varias economías nacionales corren el riesgo de perder la batalla contra la recesión y entrar en bancarrota, lo que obligaría a los países más ricos y organismos de crédito internacionales a lanzar costosos planes para salvarlas. Ese peligro forjó uno de los pocos acuerdos ya consolidado entre los miembros del G20: hace falta más dinero para el FMI, prestamista de emergencia para países con problemas.