WASHINGTON (AP).- El presidente Barack Obama tildó su plan de gastos extraordinarios de "una ruptura con un pasado problemático".
Empero, el panorama económico es ahora peor y más sombrío que cuando llegó a la Casa Blanca en enero, pese a las promesas del mandatario de seguir gastando miles de billones de dólares aunque aumenten el déficit a cifras record.
Y aunque su popularidad personal sigue siendo elevada, algunos economistas y legisladores han empezado a poner en tela de juicio si el temario de Obama de aumentar el tamaño y gastos del gobierno federal ayuda o perjudica, al sembrar de dudas el panorama empresarial y asustar tanto a inversores como consumidores, lo que podría prolongar la recesión.
Aunque la Casa Blanca no se cansa de repetir que "heredó´´ la recesión y un déficit de billones (correcto) de dólares, la situación económica ha empeorado desde la llegada de Obama a la presidencia. Cada vez más, la economía es una criatura de Obama. Más de 4 millones de personas se han quedado sin empleo desde que comenzó la recesión en diciembre del 2007 -casi la mitad en los últimos tres meses-. La bolsa ha caído a niveles no vistos desde 1997, con un descenso superior al 50% de sus cuotas cimeras en el 2007 y un 20% menos desde que Obama llegó al poder hace seis semanas.
La sugerencia del presidente de que es un buen momento para que los inversionistas "con miras a largo plazo´´ pongan sus ahorros en la bolsa, en lugar de fomentar la inversión tuvo el efecto contrario, con una venta masiva de acciones.
En general, los presidentes prefieren no hablar de la bolsa de valores, pero esta vez la situación es diferente. El número de personas con sus ahorros invertidos en bolsa -a través de planes de ahorro para la jubilación y otros objetivos- es hoy mayor que nunca.
Por ello, la caída libre de la bolsa contribuye al pesimismo nacional, ya que el ciudadano medio -y no sólo las clases acomodadas- ve cómo pierden valor sus inversiones, el precio de la vivienda y aumenta el desempleo.
Empresas que otrora fueron estrellas de la economía estadounidense, como General Motors y Citigroup, están hoy al borde de la bancarrota.
Igualmente, muchas acciones de empresas relacionados con la salud y cuidados médicos han retrocedido por temor a las nuevas restricciones gubernamentales y obligaciones que piensa imponer la Casa Blanca en su empeño de crear una medicina social del tipo europeo o canadiense.
Los bancos que ofrecían créditos para sufragar carreras universitarias han quedado en desventaja ante la competencia del gobierno, que asumirá ese papel con fondos públicos a propuesta de Obama.
Y las industrias que consumen energía, prácticamente la totalidad en el sistema estadounidense dedicadas a generar bienes de producción y de consumo, tendrán que pagar un impuesto especial que pasarán alícuotamente a sus clientes, con el inevitable aumento de los precios y la posibilidad de un repunte desbocado de la inflación. Igualmente, los fabricantes de maquinaría e industria pesada se vieron perjudicados en parte ante la creencia de que habrá menos proyectos de obras públicas que los pronosticados.
"Hay muchos inversionistas y empresarios asustados. Creo que la incertidumbre es aquí el verdadero motivo de tanto empeoramiento", comentó Chris Edwards, director de política fiscal del Instituto Cato, un centro de investigación sin fines de lucro. "Obama asusta mucho cuando habla de ´la catástrofe´ si no le apoyan su plan".
Empero, algunos demócratas se preguntan con recelo adónde se dirige Obama y sugieren que ha incumplido su llamamiento de "adoptar medidas audaces e implantar grandes ideas".
Como ejemplo señalan la actuación desigual y timorata para restaurar la solidez del sistema financiero bajo el secretario del Tesoro Timothy Geithner.