El alcohol se ha transformado en el principal protagonista de las despedidas que los alumnos que cursan cuarto año brindan a quienes terminan sus estudios secundarios. La "fiesta" se empieza a organizar ya en estos primeros meses de cursado, para lo cual los chicos de cuarto van juntando el dinero que destinarán a la despedida.
En este lapso también se van negociando con los dueños de los boliches las condiciones de la despedida. Así, los alumnos de quinto año tienen derecho a consumir determinada cantidad de vasos de alcohol y un número menor los de cuarto año. Esa cifra suele rondar los siete vasos de bebida para los que egresan (chicos de 17/18 años) y cuatro para los de cuarto año (entre 16 y 17 años), reconocen jóvenes que pasaron por esa experiencia dos o tres años atrás.
Como la mayoría de los padres no participa en todas esas actividades, tampoco quieren hacerse cargo del acuerdo al que llegan los chicos con el dueño del boliche. En ese caso entonces los menores recurren a algún hermano mayor, de 21 o 22 años, que asume el rol de responsable.
"En quinto nos hicieron despedida en un bolichito. Hubo muchísimo alcohol para tomar lo que quisiéramos. Algunos se pusieron 'en pedo' hasta delirar y vomitar mucho", recuerda Belén, que egresó un año atrás en Plottier.
"La escuela no fomenta esas despedidas y nosotros personalmente decimos que no la hagan. No se prestan la escuelas para eso ni se alquilan. Todo corre por parte de los alumnos", sostienen docentes que se desempeñan en esa localidad.
La misma actitud adoptan en otras escuelas de la región, cuyos directivos reconocen la imposibilidad de evitar los excesos de los chicos.