Es como la nueva meca del viajero de alto poder adquisitivo que busca sorprenderse frente a paisajes exóticos e inexplorados, pero a altos costos para la Antártida.

Los náufragos de ayer habían pagado más de 7.500 euros "sin bebidas" por tomar una de estas excursiones de 19 días entre los témpanos, avistando orcas, pingüinos de las más diversas familias, focas, elefantes marinos, cormoranes y otras variedades de fauna autóctona que solo se puede hallar en este confín del mundo.

Según la Asociación Internacional de Operadores Turísticos a la Antártida, una organización que se creó en 1991 para reunir a las firmas que llevan a los viajeros al continente blanco, el número de visitantes se multiplicó por cuatro en los últimos 10 años, y mucho más aún si se compara con los viajes que se realizaban en los años '70. Entonces eran cientos los visitantes que se animaban y este año superarán los 32.000.

Los turistas salen en los 60 cruceros que parten cada verano de Ushuaia, capital de Tierra del Fuego. Sólo los preparativos del viaje provocan una inundación cosmopolita en esa pequeña ciudad. Los operadores turísticos, que habían logrado atraer a múltiples visitantes a Ushuaia con el lema de conocer "el fin del mundo", debieron cambiar el eslogan para saltar a un negocio más gordo: ser "la puerta de ingreso a la Antártida", 1.000 kilómetros al sur.