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Martes 10 de Julio de 2007
 
Edicion impresa pag. 28 y 29 > Sociedad
Mirar el futuro a través de la esquila
En El Cuy se juntaron manos, voluntades y sueños de progreso. Quieren aprender a esquilar, para tener un modo de subsistir.
Saber escribir, sumar o restar marca diferencias entre los aspirantes, porque según lo que conocen ocuparán lugares diferentes. Ocurre que pocos tienen la primaria terminada.
Saber escribir, sumar o restar marca diferencias entre los aspirantes, porque según lo que conocen ocuparán lugares diferentes. Ocurre que pocos tienen la primaria terminada.
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Decenas de historias diferentes confluyen en un mismo escenario. Historias de expectativas, de sueños, de progreso, historias de trabajo. Decenas o cientos de planes de un futuro diferente en el lugar que los vio nacer, pero sabiendo que se puede vivir de lo que se sabe hacer, o al menos intentarlo.

Eso es lo que se respira en un galpón de grandes dimensiones en El Cuy, donde capacitadores, aprendices, acondicionadores, empresarios, se mezclan con decenas de corderos listos para la esquila. Unos listos para dar y otros listos para recibir lecciones de trabajo, porque se trata de eso justamente, de capacitarse para trabajar.

Desde todo Río Negro llegaron interesados en aprender el oficio de esquilar, en todas sus categorías, tarea vital a la hora de pensar en los mercados internacionales que exigen calidad, selección y sobre todo honestidad en lo que se exporta.

Y para eso los forman, para que esta tarea que dura entre dos y tres meses por año, sea además de una fuente de trabajo, un oficio cada vez más profesionalizado. Son todos hombres, las mujeres todavía no incursionan en la actividad, salvo casos muy puntuales.

Una mañana espléndida acompaña toda la actividad impulsada por el programa Prolana, un plan que pone el acento en la enseñanza para competir de igual a igual con otros proveedores del mundo. ¿Por qué? Simplemente porque de una buena esquila depende todo el recorrido de la lana por el mundo y la suerte de los precios en los mercados. Una buena esquila augura éxito, una mala esquila apenas garantiza subsistencia.

Además, el Prolana se propone capacitar ante la gran deserción de obreros que eligieron irse a trabajar a la Ruta 23, que les garantiza actividad todo el año.

El ingeniero Raúl Fernández, coordinador del programa nacional en Río Negro, sabe que de esta capacitación saldrán buenos, excelentes y no tan buenos esquiladores, pero al mismo tiempo, sabe que está entregando herramientas de trabajo para que la actividad perdure.

Decenas de interesados hacen fila por su turno de esquila ante la mirada paciente de los calificados instructores rionegrinos, reconocidos a nivel nacional, que saben que la enseñanza que ellos den, será la base de los futuros negocios del pequeño, mediano o gran ganadero. De esa gente saldrán los esquiladores que integrarán las comparsas que irán de campo en campo, para obtener lo más preciado del cordero, borrego, oveja o capón, la lana.

Es un aprendizaje, eso está claro, pero es la oportunidad para descubrir valores, porque ahí mismo, en La Posta, un campo de la provincia de Río Negro, se ve quién tiene más virtudes que otro a la hora de la esquila.

Detrás de cada rostro de los aspirantes hay una historia, poco estudio o nada en algunos casos, la mayoría no tiene la primaria completa. Saben que los que tienen el secundario podrán hacer los papeles, las cuentas y hasta saber de precios. Los que no, algo tendrán que aprender para no tener un horizonte tan acotado.

El escenario en el campo muestra varios vehículos que vienen desde los rincones más lejanos de Río Negro, viejas camionetas, colectivos desvencijados, colchones, frazadas, rostros castigados por el clima riguroso de todas las zonas laneras de la provincia. Es el mismo panorama que tendrán cuando formen parte de una comparsa de esquila, por eso esto parece una puesta en escena llena de realidades.

Porque las realidades son además del aprendizaje, sus propias historias, historias de carencias, de limitaciones, de sueños que tienen techo. Varios de los "alumnos" no tienen muchas más aspiraciones que recibir el certificado de esquilador del Prolana, otros quieren ganar unos pesos para ir a la ciudad y los más jóvenes quieren tener su propia majada.

La capacitación del Prolana es mucho más que eso, porque implica el paso clave para saber lo que se produce y lo que se vende. En este sitio se mezclan sabiduría, capacidad, anhelos, sueños, muchos sacrificios y ganas de ser el esquilador reconocido, para que cada año, en julio, agarre su "mono" y vaya de campo en campo, compartiendo sueños con el resto de su equipo.

A la par, sabe que en cada zafra dejará un poco de su vida, porque es un trabajo sacrificado, donde poco importa si hace frío, porque cuentan los resultados.

 

JORGE VERGARA

jvergara@rionegro.com.ar

 

FOTOS: ALEJANDRO CARNEVALE

alejandroc@rionegro.com.ar

 
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