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Lunes 08 de Enero de 2007
 
Edicion impresa pag. 21 > Internacionales
Analisis: Todo tan polémico, 17 años después

Diecisiete años después de la caída del comunismo en Europa, los casos de colaboración con las policías secretas siguen acabando con carreras profesionales en los países del este de la Unión Europea.

El renunciante arzobispo de Varsovia, Stanislaw Wielgus, aceptó un día trabajar con la policía secreta, encargada de vigilar hasta los menores gestos de cualquier ciudadano sospechoso de oponerse, aunque fuera mínimamente, al régimen.

Una comisión de investigación de la iglesia católica polaca desveló que el ex arzobispo fue reclutado por la policía política del país en 1967, cuando todavía era estudiante de filosofía en la Universidad católica de Lublin (este).

Su colaboración duró más de 20 años. Sin embargo, por el momento no se ha encontrado ningún documento escrito de su puño y letra y no se ha dictaminado que sus conversaciones hayan podido exponer a alguien.

Monseñor Stanislaw Wielgus forma parte de la larga lista de personas comprometidas por sus vínculos del pasado. Recientemente, la economista Varujan Vosganian no pudo ocupar su cargo en el seno de la Comisión Europea debido en parte a las acusaciones que la tachaban de colaboradora con la policía política rumana.

Hace dos años, un secretario de Estado eslovaco, Jan Hurny, se vio obligado a abandonar el gobierno cristiano-liberal después de varias revelaciones sobre su pasado como agente de la policía secreta.

El ex primer ministro húngaro Peter Medgyessy también fue testigo de cómo se hundía su prestigio cuando en 2002 salió a la luz que había colaborado con los servicios del contraespionaje comunista.

La policía política de Polonia (SB), la policía secreta de Alemania oriental (la Stasi), o la Seguridad de Estado checa (StB), no carecían de voluntarios para espiar a colegas y vecinos. Pero muy a menudo sus oficiales forzaban a las personas a convertirse en chivatos, aprovechándose de sus puntos débiles o utilizando algunos servicios a cambio (como por ejemplo, permiso de viajar al extranjero o de que sus hijos pudieran realizar estudios universitarios).

La Alemania reunificada fue la más rápida y la más radical para castigar a los colaboradores de la policía secreta. Con una abundante reserva de mano de obra en el oeste del país, fue capaz de eliminar de los servicios públicos a todos los que habían trabajado para la dictadura. Así, prácticamente todos los titulados de la República Democrática de Alemania (RDA) tuvieron que buscar un nuevo trabajo tras la caída del comunismo.

Los otros países satélites de la URSS no pudieron reaccionar de la misma forma porque no tenían los recursos humanos necesarios. Sin embargo, con mucha habilidad, los oficiales de diversos aparatos de seguridad crearon ellos mismos nuevos partidos democráticos.

 

JEAN-LUC TESTAULT

AFP

 
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