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Domingo 01 de Octubre de 2006
 
Edicion impresa pag. 42 y 43 > Sociedad
La dura vida de los hombres de mar en el golfo San Matías
"Río Negro" compartió un viaje con los tripulantes del "Viernes Santo". Es un buque dedicado a la captura del savorín, un pez muy valorado. Alegrías y dolores de los que pasan la mitad de sus vidas en el océano.
Tiene 30 metros de eslora. Mientras el buque arrastra la red a sólo tres nudos de velocidad, el mar se muestra planchado como si fuera de aceite. El "Viernes Santo" carga unos mil quinientos cajones y las expectativas de todos están centradas en completarlos rápido para tener un pronto regreso a tierra firme.
Tiene 30 metros de eslora. Mientras el buque arrastra la red a sólo tres nudos de velocidad, el mar se muestra planchado como si fuera de aceite. El "Viernes Santo" carga unos mil quinientos cajones y las expectativas de todos están centradas en completarlos rápido para tener un pronto regreso a tierra firme.
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La vida a bordo de los buques pesqueros es un misterio para la "gente de tierra". Ni siquiera muchos sanantonienses que ven a sus familiares embarcarse cada semana saben a ciencia cierta cómo transcurren las horas en el mar. Pocos conocen de sus riesgos y placeres, de sus éxitos y fracasos, de sus emociones y dolores.

"Río Negro" vivió la experiencia de navegar en el "Viernes Santo", un buque de 30 metros de eslora, durante casi cuatro días, en una época del año en la que la producción es importante, con picos de captura interesantes debido a la presencia del savorín, una especie de buen valor comercial que le da al mes de setiembre un atractivo especial. Los hábitos de este tipo de peces obligan a que el trabajo sea a destajo, día y noche, sin descanso.

El mar transmite sensaciones únicas. En calma o con marejada, siempre llena el espíritu de emociones irrepetibles en tierra firme. Podría compararse con la contemplación de grandes extensiones continentales, como en el medio de la meseta de Somuncura. Pero la diferencia la da la vulnerabilidad del ser humano en ese ambiente que, se quiera o no, no es el propio.

La comodidad y las seguridades de la embarcación y la camaradería a bordo permiten a los navegantes en tareas periodísticas sentirse a gusto y olvidarse, al menos de a ratos, de que el sitio donde se permanece día y noche es poco más que una cáscara de nuez flotando en el inmenso mar, a varias millas de la costa y sobre una línea de agua que supera los 100 m de profundidad.

¿Por qué tantos pescadores cada día arriesgan sus vidas peleando contra la naturaleza? Uno puede suponer algunas respuestas. Por un lado, porque es la única forma de acceder a los cardúmenes que sostienen la actividad productiva que da trabajo a miles de obreros en las plantas del país. Pero también porque quien se inició en la tarea difícilmente pueda abandonarla. "El mar enamora, a veces más que la propia mujer", afirma en tierra "Tinga" González, uno de los más expertos pescadores sanantonienses, hoy ya retirado, que empezó a mediados de los 40 con la extracción del cazón.

Mientras el sol sale en el horizonte suena el timbre que llama a trabajar. Ramón "Cuero" Ortiz salta de su cama y toma posiciones en el guinche. Es el más experimentado de los tripulantes y por eso cumple funciones de responsabilidad en la maniobra. José Feltaño lo secunda.

En medio de la cubierta, Gastón Carbayo -hijo de Daniel, el capitán que mira atento desde el puente- junto a "Tato" Ibañez, Hugo "Panza" Godoy y Carlos Pacheco se encargan de que la red vaya al agua. Ellos sueltan los pesados portones de hierro que actúan en las profundidades abriendo el ángulo de ataque de la red para que sean atrapados los peces, que serán luego de unas cuatro horas recogidos y volcados por los propios marineros a la bodega del buque.

Junto al patrón permanece su segundo, Claudio Uranga y en máquina cumple funciones Rubén Romero como jefe, junto a Ismael Vázquez. Completan la tripulación el cronista y fotógrafo de "Río Negro" y la observadora a bordo, Victoria Luna, que se encarga de tomar muestras y datos biológicos de las capturas. El "Viernes Santo" carga unos mil quinientos cajones y las expectativas de todos están centradas en completarlos rápido para tener un pronto regreso a tierra firme.

 

 

PEDRO CARAM

pcaram@rionegro.com.ar

 

 
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