Número de Visitas Agréguenos a Favoritos 
TITULOS SECCIONES SUPLEMENTOS OPINION CLASIFICADOS SERVICIOS NUESTRO DIARIO PRODUCTOS
 
Domingo 20 de Agosto de 2006
 
Edicion impresa pag. 32 y 33 > Sociedad
Qué esconde el fenómeno de la violencia juvenil
En la escuela, en los boliches, en la calle...las pelas juveniles son cada vez más comunes en la región y el país. Algunas resultaron fatales, como el caso Galar en Neuquén, hace poco.
En la escuela, en los boliches, en la calle...las pelas juveniles son cada vez más comunes en la región y el país. Algunas resultaron fatales, como el caso Galar en Neuquén, hace poco.
Click para ampliar

La mayoría tiene entre 14 y 25 años. Algunos, buena ropa, algo de plata en el bolsillo y a veces un auto esperando en la esquina. Van a buenos colegios, no trabajan ni necesitan hacerlo. Son hijos de familias integradas y sin apremios que se sorprenden al verlos involucrados en esas brutales peleas que ya se hicieron habituales los fines de semana. Otros ni siquiera eso. Acostumbrados a vivir en los márgenes, sobreviven en medio de una pobreza eterna y un desempleo que se transmite de generación en generación. Como el apellido y los genes.

Todos son víctimas de esa violencia sin motivos, incomprensible, gratuita, muchas veces incentivada por el consumo de alcohol, bebidas energizantes y drogas que se vuelve incontrolable en plena madrugada. ¿Las consecuencias? Destrozos, riñas interminables en la calle y chicos heridos, robos en comercios, picadas en auto y una escalada de violencia que también afecta a ellas. Cada vez más a ellas. Y lo más grave de todo: ocurre sin que nadie asuma responsabilidades. Ni se busquen razones.

Según los especialistas, es un reflejo de una sociedad que ya hace rato naturalizó la violencia. Según la policía, lo que falta es presencia de los padres. Y según los propios chicos, el alcohol y cierta sensación de impunidad son clave para entender qué ocurre cuando la noche se pone más oscura que de costumbre.

 

Violencia por nada

 

Hasta hace un par de meses la salida preferida de Javier terminaba en un boliche roquense sobre la ruta 22. Hasta que las peleas fueron tantas que ya no quiso saber nada. Esa decisión coincidió con una increíble golpiza que sufrió su hermano mayor por un grupo de adolescentes en la puerta del local y de la que salió vivo casi por milagro. ¿El motivo?Un ajuste de cuentas por noviazgo que no cerró del todo bien. "El tema pasa básicamente por el alcohol. En casi todos los boliches no respetan la prohibición de venderles bebidas a los menores, ni siquiera te piden el documento. Yo mismo, con 16 años, consumí cerveza o tragos sin ningún problema", dice hoy, a los 19 años, con una seguridad que no deja lugar a dudas. "Te digo, los chicos resuelven los problemas a las piñas, no hay otra manera...y las peleas surgen de la nada, a veces arrastran pica de antes, pero otras veces, la mayoría, se pegan por pegarse, por una boludez". Su testimonio coincide con el de Juliana, que a los 16 años a veces de noche tiene más miedo que ganas de pasarla bien. "No es que todos sean violentos, pero algunos vienen sólo para cagarse a trompadas entre ellos...hasta se entrenan en los gimnasios para pelearse los sábados. El tema es que nadie los controla, nadie se hace cargo".

El diagnóstico de Orlando Mayer, empresario de la noche roquense, es terminante. "Hoy los chicos dan más problemas que ganancias", dice. Mayer administra en la ciudad dos de los boliches más concurridos por un público que va desde los 14 a los 35 años y que más de una vez fueron escenario de peleas entre jóvenes. "Uno de los factores que ayuda es el horario de cierre, que está fijado a las 6:30 y que lo único que logra es que todos los chicos se encuentren al mismo tiempo en las esquinas...y ahí es cuando aparecen los problemas", dice.

Esos testimonios, y otros recogidos por "Río Negro" en plena madrugada en Roca y Neuquén, permiten armar lo que sucede cuando todo se transforma en gritos, peleas y amenazas.

1-La previa. La noche empieza en la casa de alguien o en pubs del centro. Allí los chicos empiezan a consumir alcohol y la mayoría de las veces no hacen caso a la prohibición por ser menores de edad. Tampoco lo hacen los dueños de los locales. Entonces surgen los primeros roces.

"En realidad el pub sirve para 'entonarse' un poco, ahí siempre la cerveza sale más barata. Todos están en grupos de amigos y ahí pueden aparecer los primeros problemas, las miradas raras, las puteadas...pero en general nadie se pelea en el pub. Todos esperan a que se haga más tarde. También es cierto que es fácil tomar en la casa de amigos sin que los padres se den cuenta. Llamás a un delivery de cerveza y te la traen a tu casa sin preguntar nada, sin controles de nadie". Muchos mezclan bebidas energizantes (Speed es la más consumida y se consigue por sólo cinco pesos) y medicamentos, en general antidepresivos de fácil acceso.

2-El boliche. Un roce en un pasillo, un choque en la pista o una disputa por una chica pueden servir de detonante. "De todos modos, a veces eso es una excusa. Casi siempre todo está planificado de antes y se provocan para generar la pelea, pero ya la tienen pensada. Lo que pasa es que también se cuidan un poco, los patovicas no te perdonan una. De hecho, al primer problema te sacan cagando, se sacan el problema de encima. Los chicos quedan en la vereda y ahí se arma el quilombo grande". Ese detalle es gravísimo: "Una vez en un boliche de la ruta los patovicas sacaron a unos chicos que se estaban matando a palos en el baño y les dijeron que la sigan afuera, pero lejos la caminera...que se vayan más lejos...no les importaba nada", cuentan.

3-Afuera, tierra de nadie. Las peleas en general ocurren entre dos bandos numerosos y difícilmente el enfrentamiento se resuelva en una noche. "Por el contrario, pueden estar meses enfrentándose, peleando por cualquier motivo. Además, ahora parece ser una moda también entre las chicas, que cada vez se pelean más...y parece que pelearan con más fuerza aún que los hombres. Se agarran de los pelos, se rasguñan, se lastiman...un desastre".

Todo se termina cuando aparece la policía o algún chico termina seriamente lastimado en la guardia de un hospital. En ese contexto ocurren las peligrosas "picadas" que convierten a las calles en verdaderas autopistas. El caso más trágico ocurrió a principios de año, cuando la joven Belén Marihuán murió aplastada en pleno centro de Roca por un auto que circulaba a velocidad excesiva. Dos amigas de ella resultaron con heridas.

 

Los chicos, las víctimas

 

El crimen de Sergio Galar en la madrugada neuquina fue hace meses el ejemplo más brutal de lo que ocurre cuando la furia se vuelve incontrolable. Pero no es el único. En Argentina, mueren once jóvenes por día en circunstancias violentas: crímenes, accidentes y suicidios. Las cifras sociales resultan igual de alarmantes: el último Estudio Nacional de Adicciones determinó que el 76,2 por ciento de los menores de 26 años consume alcohol y que más del 10 por ciento confiesa haber probado marihuana, cocaína o alucinógenos. Además, el 35 % de los chicos de 15 a 24 años no estudia ni trabaja y la mitad tiene alguna necesidad básica insatisfecha.

Pero estos números no alcanzan para explicar el fenómeno. Según Graciela Sáez, de la Fundación Jóvenes, en Cipolletti, "se ha ido dando por la conjunción de varios factores. Entre ellos, la aparición en medios masivos de una enorme lista de escenas de vandalismo, con el objetivo de dañar al otro por casi nada, y cuando no matar....donde el código de estar es, dañando". En la misma línea, coinciden todos los expertos: "La televisión y la playstation no generen violencia. Pero junto a otros factores, sí es seguro que la naturalizan. Esa violencia antes era considerada aberrante, y la aberración es un dique moral de contención que impide pasar de la imagen al acto violento. Ahora vivimos como en un juego virtual, en el que está disociado el acto de violencia, que se vuelve posible, y la sensación de aberración que debiera producir. Esto está pasando", dicen.

 

Los padres, ausentes

 

José Luis Tejada es el titular de la Comisaría Tercera de Roca. En su jurisdicción ocurre la mayoría de las peleas durante el fin de semana. "Nosotros hacemos nuestro trabajo, controlamos, pero muchas veces los chicos están fuera de control. En verdad, el problema empieza en la casa, depende mucho de la crianza. Por suerte algunos padres cuando se enteran que sus hijos están demorados nos piden que, por ejemplo, los dejemos una hora más para que se sientan castigados...pero no son la mayoría...otros se enojan con nosotros y hasta nos insultan.".

No es el único que admite estar desconcertado por esta reacción. Opina Sáez: "Las familias hemos ido cediendo espacios a las pantallas (como a buenas niñeras), en desmedro de los tiempos de charlas, juegos y caricias que construyen valores y una ética personal y familiar. Es más, hay una seria preocupación por lograr que tengan determinada ropa, o confort, o un celular. Y ese espacio vacío lo ocuparon mensajes violentos y frívolos. Mientras nos escandalizamos por las cosas que suceden y los culpamos a los chicos, no asumimos nuestros desaciertos de crianza".

O, tal como señala la licenciada Cristina Castillo, docente y especialista en violencia: "Lo que siempre hay que tener en cuenta es que ellos son víctimas en toda esta situación de violencia. Los chicos no nacen malos, sólo responden a lo que ven, a lo que les enseñan, a lo que les transmiten los mayores. Lo que no debe faltar es la presencia de los adultos marcándoles lo que está bien y lo que está mal, la sanción como medida disciplinaria, para que sepan qué pueden hacer y qué no...es fundamental". Sin dudas, un llamado de atención urgente.

 
notas relacionadas
"A mi hijo lo volvieron loco"
Un chico muere asesinado por día en el país
haga su comentario otros comentarios
 
 
sus comentarios
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
Todos los derechos reservados Copyright 2006