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Miércoles 26 de Julio de 2006
 
Edicion impresa pag. 36 y 37 > Sociedad
Raúl Ollarce: un cantor bien de 25
Un herrero que pone un toque de romanticismo al invierno

25 DE MAYO (ACA).- Los cantores de pueblo son una necesidad. Son como el humo de las chimeneas, como los faroles bailándole a la penumbra de las soledades en las noches de invierno. Los cantores de pueblo son el toque de romanticismo que disimula las asperezas de los pueblos ahogados por las distancias, son el equilibrio de la postal, son la razón de ser de todo pueblo que se precie de tal. Y Raúl Ollarce es eso, un cantor de pueblo que disfruta de ello, y su pueblo le corresponde en ese idilio que se trenza con silencios, con palabras cantadas y con aplausos.

Raúl un herrero que ya casi ni recuerda desde cuándo ni por qué está en 25 de Mayo-tiene en los más profundo de su ser, los aires de Mendoza. Lleva consigo el aroma de sus veranos, la luz de sus atardeceres y la música de los pájaros en las viñas. Desde su infancia tal vez por influencia familiar- el recitado acompañado por una guitarra, lo obliga a decir cosas. "Mi padre era un buen amigo del 'Chacho' Santa Cruz. El 'Chacho' siempre venía a la casa nuestra cuando estábamos en Mendoza", dice y los recuerdos le dibujan una sonrisa, para que vuelva a brillar en sus ojos aquel niño recitador.

Cuando la juventud comenzó a despertarle los sueños, lo sorprendió el amor. Se casó y la guitarra quedó casi en el olvido y decidió abandonar el oficio de trovador. Pero no contaba con que es el destino el que nos elige y no nosotros a él. Y no pudo. La vida le enseñó que el destino de cantor, no es un accesorio que se toma o se deja. 30 años después, un recitado en su pueblo lo encontró y volvió a ser un cantor de pueblo diciendo verdades, contando emociones de esas que gasta el camino, soñando justicia, matando injusticias a pura milonga. "Dejé todo por más de 30 años. Mis hijos me pidieron que vuelva a recitar y hago lo que puedo" dice, con la humildad propia de quien se calza un apostolado, el de cantar y no callar nunca más. Una peña, organizada con fines solidarios, por las monjas del pueblo que lo adoptó, 25 de Mayo, fue la excusa justa para volver a abrazar a su primer amor, la guitarra y el recitado.

 
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