No les da el tiempo histórico. E incluso quizás no forme parte de sus aspiraciones un proyecto de esa naturaleza.
Pero ante el cotidiano renovar de desprecio para con el periodismo del que hace gala el matrimonio Kirchner, pareciera que se añoran los medios domesticados que vía una variada gama de métodos autoritarios y con el aporte de los fascistas Raúl Apold y el diputado Visca, logró Juan Perón a partir del '49. Porque tiene razón Tulio Halperin Donghi: la opinión de los Kirchner sobre el periodismo es "parecida a la del primer peronismo".
En otros términos: es consustancial al peronismo el irritarse ante lo diferente. Para el caso, el periodismo.
Desde esta perspectiva, el matrimonio Kirchner es coherente. En su relación con los medios funge la lógica autoritaria en la cual se formaron políticamente. Ese razonamiento que siempre se despliega con exigencias excluyentes. En los '70, cuna cultural-política del matrimonio: "Pueblo y antipueblo"; "Se está con Perón o contra Perón", "¡Evita, carajo!" Lógica terminante.
Cuando Kirchner llegó a la Rosada, ya sabía con qué lógica se manejaría con la prensa. Así, la primera piedra estuvo en sus manos. No merituó nada para tirarla. No necesitó de ninguna crítica. La tiró de mil maneras distintas. Tratando con desdén a los periodistas. No poniendo la cara en conferencias de prensa, retaceando la publicidad oficial para castigar al medio que denunciara u opinara distinto. Denostando a los gritos la más mínima observación sobre su gestión.
Toda una dialéctica con mucho de desprecio. O quizá "más inmadurez emocional que lógica", diría Jacobo Timermann.
CARLOS TORRENGO