Domingo 11 de mayo de 2003

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Padres e hijos, enloquecidos por los juegos en red

  De la excitación a los vómitos, de todo
  Los chicos pasan hasta más de tres horas en los ciber.El boom asusta a los mayores: no saben qué hacer.
  Algo cambió en el mundo del videojuego. Miles y miles de chicos de todas las edades, nivel cultural y socioeconómico se encuentran todos los días en Internet para jugar. Gritan, alucinan. Se desesperan: muchos de ellos hasta vomitan y tienen minutos de conmoción o mareos por el desfase que les provoca la velocidad de los cuadros de la pantalla en el cerebro.
Es que ahora ya no se trata de enfrentarse a la computadora sino que se interactúa directamente con personas, con su inteligencia, habilidad, agilidad mental, suerte. Hay que saber estrategias, conocer climas para atacar o defenderse, para ser terrorista o antiterrorista.
Algunos juegos exigen estrategias compartidas, la creación de reglas sociales por parte de los jugadores, de comunidades virtuales o tribus/bandas que se enfrentan entre ellas. Entonces aparece otro mundo paralelo, con sus propias leyes y lenguaje...
No hay que enfrentarse al ordenador, sino a enemigos de carne y hueso. La diferencia está en que los contrincantes no tienen por qué estar en el mismo espacio físico, ya que en la pantalla se reflejan los personajes y objetos que manejan junto a las consecuencias de las decisiones que toman.
Pero hay más. Casi todos los juegos en red admiten distintas modalidades: por equipos, todos contra todos, a la máxima puntuación, con un objetivo concreto... así, muchos de ellos obligan a la cooperación entre jugadores. Incluso los hay que respetan hasta la personalidad del jugador, como el desarrollo francés Mankind, donde el chico no es belicoso, en vez de hacer la guerra siempre puede funcionar como transporte para los de su equipo.
Esto da idea de la cantidad de dinero que se puede mover alrededor de esta afición. De los propietarios de ciber consultados, todos menguan la intensidad de este furor. "Los más chicos vienen a la mañana y a las primeras horas de la tarde", admiten. "Después vienen los mayores". ¿Cantidad de horas? Pocas, contestan. Entiéndase: de una a dos o tres. "Esto es como una guardería. Los padres saben que acá están seguros. Claro, nunca falta el desubicado que viene y te putea porque dejás entrar al hijo. ¡Qué culpa tengo yo! Que se hagan cargo ellos, ¿no te parece?".
   
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