Domingo 11 de mayo de 2003

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De la excitación a los vómitos, de todo

Desesperados por divertirse

  Padres e hijos, enloquecidos por los juegos en red
  Los chicos pasan hasta más de tres horas en los ciber.El boom asusta a los mayores: no saben qué hacer.
 
En un ambiente de súper exacerbación sonora y visual, los chicos no pueden desengancharse de los juegos en red con facilidad.
En los últimos tiempos, "los ciberchabones" están enloqueciendo a sus padres con la maldita (o bendita) costumbre de pasar entre tres o cuatro horas con amigos y desconocidos en los juegos en red. Dicen de todo, asustados: se aíslan, se vuelven más violentos, pierden el tiempo... "no sabemos en qué anda y cómo puede terminar", vociferan.
Calma, no es para tanto, reflexiona Carlos Duhourq, experto en nuevas tecnologías, especialista en educación a distancia y docente titular de la Universidad Nacional del Comahue. Primero hay que pensar en el funcionamiento familiar, dice: "ahora, están tres horas de el ciber, antes, ¿dónde pasaban esas tres horas, haciendo qué? ¿Los chicos sacrifican ahora los ejercicios físicos y el estudio, por ejemplo, por los juegos en red?"
"La misma cantinela que escucho contra los juegos en red la escuché en su momento contra Tom y Jerry; no hace tanto contra Las Chicas Superpoderosas... cuando era chico, contra las películas de cowboys. Yo las veía, me gustaban y no por eso me hice pistolero. Digo, entonces: ¿cómo no pensar en que los juegos en red tienen cosas positivas? Si el ejercicio de la paternidad y la puesta en práctica de límites es dudosa y algo ausente, lo más fácil es colocar a estos juegos como los nuevos enemigos de la integridad familiar. ¿Y lo son?". En definitiva: ¿de qué se están quejando los padres y ante quiénes lo hacen?

Atento a lo nuevo

"El chat e Internet no es tan peligroso como pueda parecer". Esto afirman Andrés Aberasturi y Pura Salceda, autores de "Hol@, de dónde eres?", pareja que se conoció chateando. "Padres y madres se preocupan al ver a sus hijos tres horas diarias pegados al ordenador, hablando con extraños, quizás citándose con ellos, buscando sexo… pero no es así, aunque también se den casos".
Salceda y Aberasturi indagaron así en una nueva forma de comunicación. Ella -filóloga- y él -periodista- sostienen que con los chat y los juegos en Internet ha nacido una nueva forma de expresarse. Ha nacido un idioma que está a medio camino entre el lenguaje hablado y el escrito. En él no importa cometer faltas de ortografía o no poner alguna letra, porque se escribe muy rápido, y los sentimientos se expresan por escrito.
Han descubierto, dicen, un término, una nueva acepción: la "ciber fe". "Es como una pequeña religión. La capacidad de la gente para creer en lo que otros dicen es asombrosa. El típico nick "conejita caliente" suele ser un señor con bigote que se muere de risa ante las groserías que le llegan". Y tienen razón. Pero no todo es así. Hay quien dice la verdad, quien se ayuda y quien quiere pasar un buen rato, sin hacer mal a nadie".
 
Lo negativo

De todos modos, Duhourq expresa: "ojo con la temática de los juegos". En muchos de ellos atropellan a un policía o a un peatón; balean a un sospechoso, a quien le corre sangre tras el ataque... "El chico toma a todo esto como un juego pero lo incorpora como un valor. Hay una significación de la vida que se distorsiona con estas prácticas. ¿Por qué es malo que una nena rompa y destroce una muñeca? No es por el juguete mismo, sino por lo que significa la agresión. Sin dudas, todo esto alimenta la pobreza de los valores que hoy practicamos".
En este punto, una colega del entrevistado -Isabel Salerno, docente especializada en medios audiovisuales de la UNC Roca- destaca: "acá no vale tanto el contenido, sino el juego de la interacción, que es la esencia misma del acto comunicativo". Lo sostiene con teoría estudiada: no hay ninguna transferencia de pensamiento del hablante a su interlocutor... se tiene la ilusión equivocada de que comunicar es transferir siempre nociones. "En estos casos hay que sustituir el concepto de trasmisión por el de interacción".
Ni bien Isabel nombra "interacción", Duhourq empieza a enumerar las cuestiones positivas que le encuentra a los juegos en red.
Van dos, entre tantas que hay:
• Por edad, preadolescentes y adolescentes necesitan asociarse e interactuar en bandas. Este juego se los permite. En una tendencia hacia familias de uno o dos hijos -no más- los chicos siguen ansiando andar en manadas, competir entre ellos... sentir miedo, gritar en medio de las explosiones lumínicas. Lo interesante es ver qué pasa con el chico después de haber experimentado esta exacerbación sonora y visual. ¿Come bien tras este estado de tensión extrema? ¿Patea y trompea? ¿Vuelve a la calma?
• Despierta los reflejos de un modo fenomenal. Es una habilidad interesante en el aprendizaje.

¿Por qué no ven esto los padres?

"Existe una transición cultural hacia otro tipo de ser humano, muy distinto al actual, donde inciden de modo decisivo los últimos descubrimientos revolucionarios en la genética, en lo molecular... todo esto indudablemente lleva a un cambio de conducta. Pero los adultos, en general, toman los patrones de conducta de un modo inamovible", dice Duhourq. Entonces, la primera reacción -fundamentalista por cierto- es asustarse, sancionar y quejarse. "Lo que me asusta, ¿es realmente para asustarse? ¿No me estaré despreocupando de otras cosas mientras me asusta esto?"
Por otro parte, el adulto tiene una facilidad tremenda para alarmarse del estado de violencia de los chicos "pero con sus propios estados de violencia ¿qué pasa? ¿qué dice? A los pibes les llama la atención el camino que toman sus adultos... donde hay violencia en las discusiones, desconsideración y desvalorización por el otro, ausencias cuando se los necesita... entonces, ¿cómo nuestros hijos van a ser diferentes a lo que nosotros somos?", acota el docente de la UNC. Un disparate, por cierto.
Por lo tanto, Duhourq recomienda:
• menguar la ligereza para condenar lo primero que vemos;
• dejar de negativizar lo que no entendemos, y
• dejar de aferrarse a las viejas seguridades por el mero miedo a no saber qué nos está pasando.
Y si le queda tiempo, pase un rato por un jueguito en red y cuente después cómo le quedó la cabeza.

Horacio Lara
hlara@rionegro.com.ar

   
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