Martes 20 de mayo de 2003

La causa

  Se cumplirá un año y aún no declaró la testigo clave
 

Ketty de Bilbao ingresó al laboratorio cipoleño cuando los asesinos estaban adentro. Fue la única sobreviviente de la masacre, a pesar de haber sido herida con un arma blanca, recibir dos disparos y ser mojada con ácido. Sin embargo, aún no fue citada por el juez para prestar declaración. Mientras, David Sandoval y Orlando "El Clavo" Sandoval continúan presos.

 
Carmen Marcovecchio, Mónica García y Alejandra Carbajales fueron víctimas de un brutal ataque y hasta el día de hoy se desconoce qué motivó semejante saña.
CIPOLLETTI (AC).- Este viernes se cumplirá un año de la noche en que tres mujeres fueron ferozmente asesinada a golpes, puñaladas y disparos en un laboratorio de análisis clínicos ubicado en pleno centro de Cipolletti. Por este crimen horrendo hay dos detenidos -las huellas de uno de ellos fueron halladas en el lugar-, pero, extrañamente, el juez aún no llamó a declarar a la mujer que sobrevivió al ataque y que, por eso, es la testigo clave del caso.
Mónica García tenía 30 años y, como bioquímica, era empleada del laboratorio. Carmen Marcovecchio, de 39 años, ejercía su profesión de psicoanalista en uno de los ambientes que, a modo de consultorio, había en esa propiedad de la esquina de 25 de Mayo y 9 de Julio. Alejandra Carbajales (37 años) era paciente de la psicóloga y ese día tenía terapia a las ocho de la noche.
Las tres fueron salvajemente asesinadas. Carbajales murió en el mismo laboratorio debido, según la autopsia, a una "asfixia mecánica por obstrucción sanguínea de las vías aéreas, (provocadas) por heridas de arma blanca en el cuello".
Marcovecchio fue conducida al hospital, donde sufrió un "shock hemorrágico como consecuencia de múltiples heridas de arma blanca con lesiones en hígado, bazo y páncreas".
También a García la atendieron en el hospital. En su caso, el "shock hemorrágico agudo" lo provocaron una "lesión en la arteria aorta abdominal" y "múltiples heridas de arma blanca en el abdomen y una herida de bala en el cráneo".
A las tres les arrojaron sobre el cuerpo ácido acético que el o los autores del crimen tomaron del mismo laboratorio.
Ketty Karavatic de Bilbao, una mujer mayor de 70 años, fue la última en ingresar al laboratorio; iba a pedir un turno para realizarse análisis. La golpearon, le dispararon y le hicieron cortes de un arma blanca que no afectaron órganos vitales. Afortunadamente, la mujer, que también fue rociada con ácido acético, sobrevivió.
A un año del crimen, en la investigación no está claro cuántas personas participaron del hecho. Y mucho menos el motivo de un ataque así, que llamó la atención hasta de los especialistas del Cuerpo Médico Forense del Poder Judicial de la Nación: "la forma de matar excede cualquier medida de razonabilidad, aun en delitos crueles, y sugiere un placer difícil de saciar ante la sangre y la muerte".
Ketty de Bilbao no es la única testigo que tuvo contacto con uno de los autores del hecho (a esta altura nadie duda de que fue más de uno). Su hija, Betina Bilbao, que la estaba esperando en el auto, vio salir a un sujeto que apagaba las luces y cerraba con llave la puerta del laboratorio con su madre aún dentro. Lo increpó, pero esta persona no dejó ver su rostro, confundido en la oscuridad que le daba una capucha, y se escapó en bicicleta con una botella de ácido acético en la mano.
No una sino varias personas lo vieron en su huida y hasta cuando en la esquina de Mengelle y O"Higgins se cayó y perdió la botella, que rompió en el suelo.
Por testimonios, lo que se pudo establecer es que el hecho ocurrió entre las 19.55 y las 20.30.
Tres veces intentaron que Ketty de Bilbao contara detalles de su atacante. La primera vez fue diez horas después del crimen, el viernes a las seis de la mañana: la fiscal en comisaría Alejandra Berenguer fue hasta la terapia intensiva del hospital y, aunque la mujer no podía hablar (estaba entubada), consiguió que respondiera por sí o por no con la cabeza. Y dijo que el que lo atacó era un hombre joven, de pelo "corto pero no tanto" oscuro y crespo. Estaba vestido con prendas oscuras y tenía un arma de fuego (con la que le disparó dos veces en la cabeza).
El lunes 27 de mayo se presentó a la Justicia un hijo de Ketty, que llevó un manuscrito de la mujer: "No quiero acordarme, es muy triste, yo entré y estaban (las mujeres) en el suelo, gritando. Yo les dije qué pasaba, él me dijo que era una desgracia porque yo había ido. Vi el revólver y lo pateé. El decía que en 15 minutos lo pasaban a buscar. Me dijo que me arrodillara y yo lo hice. Me dijo que me acostara, yo lo hice. Ahí me pegó".
El 31 de mayo, una semana después de la masacre, la policía intentó que la mujer dictara un identikit del agresor, pero le fue imposible porque -dijo- no le vio la cara. Sí dijo que era flaco, tenía puesto un buzo azul marino, y tenía pelo lacio y negro.
El querellante de la causa, José Gerez (abogado de Juan Widmer, marido de Carbajales), y el defensor de David Sandoval (cuyas huellas están en el laboratorio), Claudio Romero -que son personas con acceso a la causa- le dijeron lo mismo a "Río Negro": jamás el juez Juan Torres citó a Ketty a prestar declaración, aunque fuera para que un informe médico determinara si está en condiciones de hacerlo (la mujer comenzó a recuperar su vida habitual en Cipolletti).
Para Gerez, la participación de David Sandoval en el crimen es indudable porque está probado que estuvo dentro del laboratorio cuando se cometió el homicidio. El defensor Romero refuta la pericia de las huellas y habla de un delito cometido por profesionales (ver aparte). Ambos coinciden en que fue más de uno.
Incluso se supo luego que fue paciente de Marcovecchio, en un hogar de menores con problemas con la ley en Neuquén.
Orlando "El Clavo" Sandoval está procesado, con una casación presentada ante el Superior Tribunal de Justicia de la provincia, por estar sospechado de haber prestado apoyo al crimen: el rastro de ácido acético que siguieron perros policiales llegó hasta su casa del barrio Pichi Nahuel; además en el manubrio de su bicicleta hallaron una huella de David Sandoval.
Además, otra persona de apellido Sandoval, llamada Valentina, que era inquilina de las piezas que alquilaba "El Clavo", fue indagada porque los perros también hallaron rastros de ácido en su auto Renault 9, en una de cuyas manijas internas Gendarmería encontró una huella de David Sandoval.

Pedirá la elevación a juicio

CIPOLLETTI (AC).- Apenas se conozca la decisión del Superior Tribunal de Justicia sobre la apelación al procesamiento de Orlando "El Clavo" Sandoval -que está en instancia de casación-, el querellante José Gerez, que representa a la familia de Alejandra Carbajales, pedirá la elevación de la causa a juicio oral.
Gerez está convencido que el crimen lo cometió un psicópata, aunque no cree que el móvil haya sido la psicopatía misma.
Como el marido de Carbajales, Juan Widmer, el abogado rescató el trabajo de la Brigada de Investigaciones y el apoyo del gobierno provincial.

   

La causa

    ® Copyright Río Negro Online - All rights reserved    
     
Tapa || Economía | Políticas | Regionales | Sociedad | Deportes | Cultura || Todos los títulos | Breves ||
Ediciones anteriores | Editorial | Artículos | Cartas de lectores || El tiempo | Clasificados | Turismo | Mapa del sitio
Escríbanos || Patagonia Jurásica | Cocina | Guía del ocio | Informática | El Económico | Educación