Martes 20 de mayo de 2003
  "Extraño su alegría y su sonrisa"
 

El esposo de Alejandra Carbajales dice que son sus hijos los que le dan ánimo.
  A un año del crimen de su esposa, Alejandra Carbajales, Juan Widmer no puede reprimir sus sentimientos de "bronca y odio". La expresión de esa bronca desaparece por completo cuando recuerda a Alejandra y se le humedecen los ojos: "Era una loca linda", dice.
En esta entrevista, concedida el viernes pasado, afirma que las heridas no desaparecen pero el dolor se apacigua cuando sus dos hijos, de 10 y 11 años, lo abrazan.
¿Qué es lo que siente a un año del crimen?
- El dolor sigue, hay cosas que no me voy a olvidar nunca. El tiempo todo lo va apaciguando. Ahora puedo estar hablando normalmente, antes no lo podía hacer. Los chicos están bien. Siempre me llamó la atención cómo manejan ellos las cosas. Cuando llegaba a mi casa hecho bolsa y ellos: "hola, papi, ¿cómo estás?, ¿bien?" y venían y me abrazaban. Ellos dan ánimo, cuesta creer, pero es así.
¿Cómo se enteraron sus hijos?
- Se los dije yo. Esa noche, volví a casa, los llevé a lo de un amigo y les dije: "mamá tuvo un problema con el auto, un accidente". Quería que durmieran esa noche. Y cuando me desperté al día siguiente, les dije que a mamá la había matado, la habían apuñalado, no dije nada del ácido porque me parecía que era demasiado morboso, pero de que la habían golpeado y apuñalado se iban a enterar. Qué sentido tenía mentirles.
¿Cómo era su esposa?
- Una "loca linda" (se le humedecen los ojos). Lo que extraño de mi "jermu" es la alegría y la sonrisa que tenía. Siempre se reía.
¿Se le pasó por la cabeza el tema de la coincidencia de que justo a esa hora su esposa tenía sesión de terapia?
- Hay culpas que uno se echa y que realmente no se sabe por qué es y que uno, en realidad, no las tiene.
¿Culpas de qué?
- De por qué no estaba yo ahí. Iba siempre sola a terapia y no iba al medio del campo o a una villa, sino al centro de Cipolletti a las ocho de la noche.
¿Cree que David Sandoval es el asesino de su esposa?
- No sé si él fue el que agarró el arma y la mató, pero estuvo adentro; de eso estoy absolutamente convencido. El que la mató pudo ser el que falta, el que está prófugo, pero que David Sandoval estuvo ahí, no me cabe la menor duda.
¿Cree que la Justicia podrá resolver este caso?
- Creo que sí. La gente de la Brigada (de Investigaciones) se movió mucho y sigue haciéndolo. No puedo objetarles nada. No cobran un mango y se han pasado noches enteras sin dormir, y lo siguen haciendo, que es lo importante. No está muerto el caso, por más que no salga en el diario y la gente diga "che, se murió todo". Todos los días surge algo nuevo. Creo que se va a aclarar.
¿Por qué cree que se cometió este crimen?
- Si tengo que buscarle una explicación, no la encuentro. No sé quién puede haber hecho semejante animalada. ¿Fueron a robar y se le "soltó la chapita" a alguno? Puede ser, quiero creer que fue algo así.
Usted que sufrió en carne propia el asesinato de una persona muy querida, ¿qué piensa de la pena de muerte?
- Si este fuera un país que estuviera preparado para eso, creo que sería necesaria. Pero lamentablemente no está preparado para ese tipo de penas todavía.
¿Si el país estuviera preparado cree que los asesino de su mujer merecerían la pena de muerte?
- Sí.
¿Pensó alguna vez en hacer justicia por mano propia?
- Sí, sí. Mire: el domingo enterramos a mi señora y el lunes salí a la calle a averiguar cosas por mi cuenta. Tengo un montón de "huevadas" anotadas que no conducen a nada, pero yo lo iba a encontrar y si lo encontraba lo limpiaba, así de simple. Después uno se da cuenta de que no tiene sentido porque no se llega a nada. Se mueven en un ambiente al que uno no está acostumbrado y no conoce.
¿Se metió en sitios extraños?
-He andado por algunos lados... Pero no se llega a hacer nada.
¿Tiene relación con los maridos de las otras víctimas?
- No...
¿Por qué?
- Porque no se dieron las cosas. En un momento (Ricardo) Cejas (viudo de Marcovecchio) intentó acercarse y yo estaba muy "rayado" y nunca concordamos. Con (Carlos) Leiva (marido de García) nos encontramos varias veces, charlamos. "Cualquier cosa que necesites -me dijo- contá conmigo", pero no lo vi más.
¿Y con familiares de otras víctimas de la ciudad?
- No, se acercaron dos señoras, no me acuerdo quiénes eran, para que participara de las marchas, pero nunca fui partidario de eso. Y les dije que no, que eso no conducía a nada.
¿Habló con el juez Juan Torres?
- Ahora hace un tiempito que no, pero cuando estaba acá, hablaba todos los días.
¿Lo llamó alguna autoridad?
- Llamarme sí, todo el mundo. Lo que es cierto es que cada vez que necesité algo de las autoridades provinciales, respondieron, siempre. No puedo decir nada. Lo mismo que en la faz humana, en la contención que me dieron desde el juez y su secretaria hasta la gente de la Brigada, que cuando peor estaba me dieron mucho apoyo.
¿De quién cree que es la responsabilidad en la falta de seguridad en la ciudad?
- Es un tema muy complicado. La mayor parte de este tipo de delitos -crímenes o asaltos- surge de un estrato social que está marginado. Lamentablemente, esa gente no es recuperable. Los grandes no son recuperables, habría que empezar desde los chicos para recuperarlos. El sistema carcelario no recupera a la gente, la perfecciona. No puede ser que un tipo robe, entre y salga. No puede ser que se le dé más valor a la palabra de un ladrón que a la de un policía. ¿De quién es la culpa? No sé.
¿Por qué cree que hubo tantos crímenes en Cipolletti?
- Eso es algo que trato de explicarme desde hace mucho tiempo. La periferia de Neuquén es mucho más grande que la de Cipolletti, el "malandraje" también es mayor, pero todas estas cosas pasan acá. No sé, no le encuentro respuesta.
¿Qué sentiría si en Cipolletti hubiera otro crimen?
- Mucha bronca, odio. Miedo no.
¿Tiene bronca y odio?
- Sí, todavía sí. Por momentos se me va, pero pasan estas cosas: el 10 de mayo habría cumplido 18 años de novio. Ya hace unos días que estoy más sensible, con más bronca y más odio.

Martín Belvis
rncipolletti@arnet.com.ar
   
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