Domingo 23 de febrero de 2003
 

La pobreza no deja a las mujeres de los barrios neuquinos saber qué es el ocio

 

Asocian el tiempo libre con el trabajo y la supervivencia. Miran mucha tele, conversan con los vecinos y asisten a talleres. No van a espectáculos, no hacen deportes ni leen un solo libro.

 
Al rol reproductivo, la mujer necesariamente sumó el productivo: de ahí su permanente asistencia a talleres para aprender algo nuevo y poder llevar un peso a casa.
NEUQUEN.- Cultivar una quinta en el fondo del patio. Aprender a reciclar ropa vieja en un taller gratuito. Conocer como cocinar gastando lo menos posible. Conversar -y batante- con los vecinos. Y si el ajustado bolsillo lo permite, mirar un poco de televisión. Así invierten el tiempo libre las mujeres de los sectores más bajos -económicamente hablando- de la sociedad neuquina.
Buscan, principalmente, la capacitación en diferentes actividades para poder sobrellevar de la mejor manera posible la situación en que están inmersos sus hogares. Y eso lo hacen en el tiempo libre del que disponen. No hay libros para leer. Tampoco se toma sol. Ni salen a correr.
Para quienes ya salieron de vacaciones este verano o para aquellos que estén a días de hacerlo, el ocio es un tema del que se habla y se disfruta al mismo tiempo. Se da por sentado que es un derecho, hasta cultural, que no se discute.
Pero en los sectores más humildes de Neuquén capital, si bien el concepto de tiempo libre no aparece como algo difuso la mayoría de las mujeres se sorprenden al ser consultadas sobre la forma en que lo invierten. Y terminan admitiendo que la realidad las obliga a depositarlo en el aprendizaje de alguna actividad que les permita acercar al hogar algún beneficio.
Esto porque en la mayoría de los casos hay mujeres desocupadas, con un gran número de hijos, viviendo en casas de familiares, y que dependen de la asistencia social del gobierno provincial y municipal para subsistir. No hay tiempo para pensar en otra cosa que no sea la de dar respuestas en estos hogares.
En todo caso, el tiempo libre gira en torno a los más chicos y de vez en cuando los más grandes se acoplan a las actividades de ellos.

Una inversión distinta

"Vamos al río cuando podemos, o alguna plaza, o salimos por ahí", indicó Inés, 34 años, cuatro hijos, y vecina del barrio La Estrella de esta ciudad. "Pero yo decidí ir a aprender como hacer una huerta para no quedarme en mi casa pensando en la crisis, encerrada y sin hacer nada", agregó en diálogo con "Río Negro".
"Además -continuó- de esta forma estoy aportando porque tengo un par de verduras para hervir y poner en la mesa. Esto sin dudas te motiva y te lleva a querer seguir invirtiendo el tiempo en cosas así", precisó.
"En mi tiempo libre miro televisión", aseguró Rosa, de 36 años y vecina también del barrio Villa Ceferino. "Ahora estoy siguiendo el caso de María Martha Belsunce", destacó.
"Pero en realidad no hay tiempo libre: tengo dos chicos y ando detrás de ellos. Por ahí cuando tengo un tiempito me siento ver la tele".
Ella participó en varios de los talleres gratuitos que se dictaron en su barrio.
Uno de los factores que contribuye a que las mujeres de menores recursos miren con sorpresa al ser consultadas sobre qué hacen en su tiempo libre es la ausencia de políticas implementadas por el municipio que contemplen la cuestión del ocio y el aprovechamiento del tiempo libre en su cabal dimensión teórica y conceptual.
Esto último termina siendo determinante para que inviertan ese tiempo en los diferentes talleres de capacitación. Las propias autoridades de la comuna neuquina así lo reconocen. (Ver aparte)
Sólo en el transcurso del año pasado, alrededor de cuatro mil mujeres participaron de los talleres que puso en marcha el municipio.
Desde aprender a cultivar huertas en sus patios hasta reciclar ropa vieja, pasando por cómo cocinar económicamente, fueron algunos de los espacios donde las mujeres de menores recursos depositaron su tiempo libre.
La tendencia respecto al número de participantes es en aumento, indicaron los funcionarios.

"Vagancia y enfermedades"

Se sabe que el ocio es una ocupación gustosa, querida, libremente elegida. Va más allá de la actividad en sí misma, de la disponibilidad de tiempo, del nivel económico o, en ocasiones, de la formación cultural de las personas. Se relaciona con el desarrollo personal y social. Bueno, de todo esto, las mujeres que habitan los barrios pobres de la ciudad de Neuquén nada de nada. Desconocen la idea y la práctica de lo que es el ocio y el tiempo libre.
Asocian estas posibilidades con el tiempo perdido, la vagancia y las enfermedades. Al entrevistárselas, reconocen que la palabra ocio les suena a sueño, creen que se trata de una enfermedad, manifiestan no haberla escuchado nunca, dicen que es algo que no les gusta para una persona sana, creen que las personas deben ocupar su tiempo en algo, lo perciben como algo perdido, que no vale la pena, que no les sugiere nada, nada, ¡ni siquiera pensar en algo!
También asocian a la palabra ocio con aburrimiento y con la tendencia ha cometer errores, lo asemejan con la incertidumbre de sentirte nadie. "Creen que el ocio conduce a la maldad, lo vinculan con la tristeza y a no tener ganas de nada, que conduce a la depresión de las personas", dice Gladys Olivares de Maida, quien investigó el tema desde su puesto docente en la UNC.
Del análisis de estas respuestas se puede inferir que, la valoración negativa asignada a la palabra ocio se corresponde con el sentido negativo que procede de la tradición judeo-cristiana primero, y el pensamiento puritano del siglo XVII después. Estos han dejado profundas huellas en la sociedad al considerar al ocio como "vicio madre, de los demás vicios", acota Olivares. "Y al trabajo como algo digno y necesario para acceder al cielo y llegar a Dios".
Entonces, a pesar de que las mujeres saben lo que es el tiempo libre, ellas "no lo tienen" porque lo usan para compensarse y seguir trabajando. Erog, el tiempo libre no existe para este sector. Sí tienen un tiempo libre asociado al trabajo. El tiempo libre (que ellas manifiestan tener) no les permite el desarrollo personal ni social. En este tiempo, ellas no producen algo nuevo suyo, no crean. Es un tiempo "obligado" donde deben cuidar a los hijos, limpiar la casa, cocinar o realizar actividades productivas para sobrevivir. Y ese no es un tiempo libre para pensar en el desarrollo y la creación. Más aún, tampoco ellas lo asumen como recreación o creación: así lo expresan al solicitar al gobierno espacios y actividades que les permitan insertarse en el mercado laboral para obtener una renta adicional.

Horacio Lara
hlara@rionegro.com.ar
Sebastián Lafón
sebastianlafon@yahoo.com.ar
   
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