Viernes 14 de diciembre de 2001

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Un incendio en cada esquina

La marcha de los estatales generó caos y violencia durante cinco horas

 

El hospital Neuquén fue el principal frente de batalla

 

Se sucedieron las escaramuzas en Casa de Gobierno, la municipalidad, el local de ATE y la avenida Argentina. Pero gases, piedras y balas eligieron quedarse en el principal centro de salud de Neuquén. Los manifestantes se hicieron fuertes en el nosocomio y la policía no trepidó en gasearlos. Debió intervenir el juez para evitar mayores perjuicios a los enfermos internados.

  NEUQUEN (AN).- El hospital Castro Rendón pareció una sucursal del infierno. Fue el principal escenario de los enfrentamientos entre manifestantes y policías. Para los primeros resultó el sitio ideal: garantizó asistencia a heridos e intoxicados, con guardias improvisadas atendidas por enfermeros y médicos que están de paro.
A la vez, el centro de salud, donde había personas internadas, devino en un campo de difícil acción para los uniformados, quienes -sin embargo- en algún momento no dudaron en perforar a fuerza de balas y gases lacrimógenos. En el medio del choque quedaron rehenes los enfermos que estaban en la guardia y los pibes del área de pediatría.
En ese particular reducto hubo disparos y corridas, palos y fuego, gases y pedradas; además autos abollados con las ruedas para arriba, barricadas, histeria y violencia. Mucha violencia de uno y de otro lado. También, a media tarde, cuando el sol se encargaba de distribuir 36 grados de temperatura sobre un asfalto imposible, en plena calle Alderete tronaron los gritos de victoria de los dirigentes de los gremios estatales y de una verdadera legión de manifestantes de todo linaje. Fue cuando el juez Daniel Geloni le pidió al jefe de la Policía que ordene a su gente replegarse hasta el patio de la comisaría Primera, donde estaba el grueso del grupo de choque.
Fue desde el patio del hospital donde se inició la marcha final que murió en las puertas de la Legislatura, donde desde hace 21 días se levanta una carpa donde los trabajadores del Estado reclaman contra la implementación de los bonos Lecop. En uno y otro lado, Julio Fuentes y otros dirigentes garantizaron que el paro y la lucha continuarán, a la vez que con melodías futboleras descargaron insultos contra el gobernador Jorge Sobisch, el MPN, el radicalismo y los bonos de la discordia. A esa hora, el ministro de Gobierno Jorge Gorosito y el presidente del banco Provincia Luis Manganaro, usaron cuanto micrófono tuvieron a su alcance para denunciar a los manifestantes, que regaron con destrozos su paso por el centro neuquino
"Esto parece Kabul", reflexionó poco después de las 16 un escribano cipoleño de camisa floreada que, absorto, miraba la intifada desde la esquina de Alderete y Buenos Aires. En ese momento, con más de tres horas y media de enfrentamientos, parecía que la "guerra" no iba terminar más. Los manifestantes -entre 300 y 400- eran fuertes a lo largo de toda la cuadra, frenaban el humo de las granadas de gas con baldes de agua y se dispersaban tan rápido como volvían a apuntarle a la Policía.
Cien metros más allá de la esquina de Alderete y Santa Fe, los uniformados no sólo disparaban balas de goma sino también piedras, con la mano y con gomeras.
En la playa de ingreso de ambulancias del hospital regional hubo heridos, intoxicados en el piso y uniformados disparando hacia todos los rincones. Puertas adentro, los internados -entre ellos varios niños- sufrieron los efectos de los gases que inundaron desde la planta baja hasta el primer piso, lo mismo que el humo negro que brotó desde las gomas y bolsas con basura que ardieron en la calle Alderete.
Un camillero que estaba en el lugar donde trabaja todos los días, asomó la cabeza por una ventana y recibió una perdigonada de goma que impactó en el párpado izquierdo. Julián Jadull cayó aturdido en el piso y bañado en sangre. "Me apuntó a la cabeza, el cana me apuntó a la cabeza: si era un poco más abajo me saca el ojo", dijo el camillero.
Justo frente del lugar donde hirieron a Jadull, el telefonista y radio operador Mario Rodríguez maldecía a la Policía: "Yo, bajo ningún concepto puedo dejar este lugar...Y tuve que irme porque no veía ni podía respirar", dijo el hombre que atiende el teléfono de emergencia, conocido como el 107. Entre los heridos había un muchacho de 23 años que se identificó como "Leo, un desocupado" del barrio Valentina Sur.

Investigan los destrozos

NEUQUEN (AN)- "Una cosa es la protesta y otra la destrucción de la ciudad. Esto nos perjudica a todos", dijo ayer el fiscal Alejandro Cabral, quien investiga los destrozos. dijo que investigará los incidentes "como hago siempre con todas las causas", y aunque hasta anoche no había recibido denuncias de damnificados, estimó que empezarán a presentarlas hoy.
Cabral informó que la represión se detuvo por orden del juez Daniel Geloni. Fue el resultado de una negociación que comenzó en el despacho del magistrado y terminó en la comisaría Primera, de la que también participaron, en persona y por teléfono, diputados y funcionarios del gobierno. Otra fuente reveló que la primera denuncia vino de médicos del hospital, que pidieron que cesara la represión porque los gases afectaban a los pacientes.
Desde las fiscalías se comunicaron con la Jefatura de Policía para pedir detalles. El secretario general, comisario Oscar Canales, informó: "nosotros no estamos adoptando una actitud disuasoria sino expectante, y nos mantenemos a 200 metros del hospital. Si entraron gases será porque los llevó el viento".

Foto: Los manifestantes se atrincheraron en el playón de la guardia del hospital y desde allí dispararon sus gomeras contra la policía, que les contestó con una lluvia de gases.

   
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