Domingo 16 de diciembre de 2001
 

Homus periodisticus

 
 
Había una vez un editor que soñaba con que todas y cada una de las notas de su diario fueran escritas como si se trataran de un relato. Grandes y pequeñas historias de la vida diaria. No importaba si se necesitaban miserables diez líneas para llenar la caja del diagrama o un suplemento entero. La idea no se concretó jamás. Pero los restos de esa utopía sirvieron para alentar crónicas, reportajes y entrevistas de ésas que los lectores a veces recortan como una manera económica de conjurar la maldición del olvido.
-¡La próxima vez que escribas la noticia al principio de la nota te mando a hacer guardia con los fanáticos de Los Ramones!, se le escuchó replicar al jefe de Cultura de un diario nacional.
Patricio agachó la cabeza y tomó posición en su escritorio marrón recién ganado a mantenimiento. Y cualquier neófito sabe qué tan difícil es tener un espacio físico -ya que no espiritual- en una redacción atestada.
Foco. Primero el personaje, después el dato. Foco. Primero la escena, después la cifra.
Las bases del llamado Nuevo Periodismo -un término "ganchero"- ya se encontraban en la novela realista. Balzac, Proust, Dickens. De algún modo los novelistas perdieron esa concepción estética y parte de sus técnicas narrativas a partir de la segunda mitad del siglo XX. No fueron recuperadas hasta que un grupo heterogéneo de profesionales volvió a usarlas como a un automóvil nuevo y brillante.
Si todavía se habla del Nuevo Periodismo con tanta naturalidad es porque aún hoy el periodismo súper tecnologizado no puede darse el lujo de perderlo de vista. Su fantasma no ha sido superado, es un síntoma.
Tom Wolfe lanza en el libro "Antología del Nuevo Periodismo" su propio manifiesto con el fin de entronizar -él, antes que otro- el género periodístico frente a la decadencia de la novela. Su percepción más aguda, prueba de su teoría, es la que indica que no se conocen grandes novelas sobre los años del hippismo ni de los lisérgicos "70.
Hace poco tiempo, el fresco generacional (periodístico, aclaramos) "Furia y asco en Las Vegas" del periodista Hunter Thompson fue rescatado del olvido en un filme del mismo nombre con las caritas de Johnny Depp y Benicio del Toro.
Se ha vuelto una obviedad peligrosa para los hombres y mujeres del rubro saber que pierden la carrera de la velocidad frente a las radios, la televisión y ahora Internet. El último refugio de la reflexión y el ensueño continúa siendo el texto, sea el de una novela o el de una crónica policial. Entre las palabras la imaginación todavía respira.
Los datos tienden a quedar levitando en la nada, pero las escenas no se olvidan jamás, ya lo explicó mejor el propio Wolfe. ¿Por qué? Tal vez porque éstas revelan lo invisible: a nosotros mismos. En el texto algunas cosas están dadas, otras quedan en manos del lector.
¿Qué prueba de pasión exigimos con más insistencia si no son esas dos palabritas escritas: "te amo"? Dilas. Mi amor, dime "te amo". Fílmalo. Grábalo. Pero sobre todo escríbelo.
¿O no se piden poemas de amor por fax y comparten tangos en los e-mails?
Las técnicas periodísticas que requiere el Nuevo Periodismo para ejercer su rutina no han cambiado en la era en que más se lee. No tendrían por qué hacerlo, en realidad. Una disputa similar a la que llevó a los canales de televisión de series a generar algunos de los culebrones más interesantes de la historia del medio pesa sobre los distintos medios de comunicación. Hay diferencias sustanciales, por supuesto. Pero la competencia no debe desconocerse. La prensa escrita, como cualquier otra, tiene la misión de transmitir verdades.
   
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