Sábado 17 de noviembre de 2001 | ||
La voz delata el ánimo de los albañiles de la región |
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Es desalentador el panorama de la construcción, con permanente expulsión de mano de obra y con gran incertidumbre para los próximos meses |
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NEUQUEN.- Orgullo por el oficio que ejercen y manos enormes que, literalmente, están destrozadas. Ése es el denominador común entre los trabajadores de las distintas ramas de la construcción. La mayoría no recuerda haber atravesado una situación tan difícil como la actual. Situación en la cual, tanto pintores como albañiles, carpinteros y metalúrgicos, entre otros, se ven obligados a salir a buscar clientes para poder desempeñar sus oficios. Son sus historias personales las que permiten descubrir como hacen para llevar el día a día, para seguir desempeñando el oficio, para mantener a sus familias, para poder ilusionarse, para no resignarse, en fin... para vivir. El nirvana de "Don Huáiqui" Don Huáiqui transmite la sensación de vivir cada momento de su vida con total plenitud: duerme la siesta debajo de la parra; cuida su huerta durante horas; sale a trabajar silbando en su bicicleta; toma mate en el patio de su casa mientras mira el atardecer; más de una tarde se permite jugar al fútbol en el potrero del barrio y religiosamente, mira todos los partidos de River junto a sus hijos. Emilio Huaquimilla tiene 52 años y hace más de 30 que ejerce el oficio de albañil. Comenzó de la misma forma que lo hace la mayoría: a temprana edad y como ayudante. Preparar la mezcla, alcanzar los baldes al oficial, armar las columnas de hierro y cuidar que no se hierva el agua del mate son algunas de las tareas del ayudante de albañil. Luego de cinco años llegó a oficial. "Llegué a ser oficial porque me lo propuse" asegura, " hay muchos oficiales que no te dejan crecer como albañil, pero yo tuve la suerte de trabajar con oficiales que me fueron llevando poco a poco, y a esa gente uno no les puede fallar: si te brindan la oportunidad de pegar un ladrillo, de sacar el nivel o de revocar una pared, hay que hacerlo bien. Eso permite crecer como albañil". Vive en el barrio Valentina Sur, en Neuquén, junto a su esposa y sus tres hijos. Recuerda la época del gobierno de Alfonsín como la más difícil que le tocó atravesar "ay, ay, ay ... ese Alfonsín, Dios nos libre" exclama. Reconoce que la situación actual también es difícil, aunque está convencido de que se puede sobrellevar de otra forma "hoy el día a día hay que llevarlo con tranquilidad, sin darse demasiada manija" asegura, "hay que saber que la mano viene dura y es necesario salir a buscar los trabajos que a uno le permitan vivir con un poco de tranquilidad. De nada sirve quedarse en la casa esperando que alguien golpee la puerta, inevitablemente eso conduce a la depresión. Es preferible, a principios de mes, salir a ofrecerse para arreglar el revoque de una pared, una filtración de agua, hacer una pintura o lo que sea, el tema es poder hacer algo, y tener en cuenta que la gente no está en condiciones de pagar por la mano de obra lo que realmente vale". El único ingreso económico fijo en su casa es una pensión de 120 pesos de su esposa. Durante un tiempo recibió el subsidio para desocupados enmarcado en la ley 2128. A cambio, tenía que realizar la limpieza y mantenimiento de una plaza, pero decidió renunciar a éste. "A los de la 2128 los mandé al carajo" dice orgulloso, "esos planes son más aburridos que bailar con la hermana de uno" agrega. "Tenía que trabajar de lunes a viernes, cuatro horas por día y el dinero que recibía no me alcanzaba. Era una pérdida de tiempo: al trabajar de mañana no podía tomar otros trabajos. Si yo salgo a buscar algún "trabajito", en una semana puedo hacerme cien pesos, y tengo la satisfacción de ganarme la plata trabajando. Prefiero eso". Andrés, su hijo mayor, tiene 26 años y comenzó a trabajar junto a su padre a los catorce. Sin embargo, cada vez que tuvo la posibilidad, trabajó en lo que le ofrecieron: panadero, fumigador, jardinero, cosechando manzanas. "El oficio de albañil no se termina de aprender nunca" asegura, "principalmente porque los materiales de construcción van cambiando y uno tiene que ir conociendo esos cambios, sino quedas desactualizado". Define al invierno como el peor enemigo de un albañil "no solamente te limita para construir (las heladas queman el cemento, el frío no deja secar el revoque y las lluvias doblan las maderas), sino que además, implica un sacrificio físico mayor". Al igual que su padre renunció a la ley 2128 (lo hizo en peores términos) Para Huaiquimilla, "nosotros nacimos pobres y nos vamos a morir pobres... de porfiados que somos nomás, pero vamos a vivir sanamente y con tranquilidad". Sebastián Lafón |
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