Sábado 17 de noviembre de 2001

 

"Mucho respeto por las herramientas"

 
  NEUQUEN.- De niño, Rolando Schindler, escuchó decir a su abuelo: "Ya vendrán tiempos mejores". De adolescente, comenzó escuchar la misma frase en boca de su padre. Hoy, con 41 años, aún tiene confianza de que los tiempos mejores, ya llegarán. "Hay que seguir dándole para adelante. No queda otra" dice.
Aprendió el oficio de carpintero durante su infancia, evadiendo las lecciones de su padre: "Mi padre tenía un taller mecánico y mi tío una carpintería. Crecí junto a los dos, pero mi viejo se empecinó tanto en que yo sienta la misma pasión que él por la mecánica, que terminé odiando el talle".
Sencillez, paciencia y ser consciente de que no existen límites. Esta es la fórmula para ser un buen carpintero, según Rolando. "El secreto está en la práctica más que en lo teórico, y tener sobre todo, mucho respeto hacia las máquinas y herramientas con las que se trabaja, ya que un segundo de distracción puede tener consecuencias terribles". "El placer de ejercer este oficio tiene dos etapas" asegura. "La primera consiste en observar como uno mismo va transformando la madera, como se le va dando vida. La segunda tiene que ver con el cliente: ver la satisfacción en la cara de éste por el trabajo que uno ha hecho, es algo que no tiene precio".
La estrategia comercial "Hágalo usted mismo", a la cual grandes y medianas empresas recurrieron en los últimos tiempos, y que consiste básicamente en proveer al cliente del material para el armado del producto, lo colocó ante una disyuntiva: "Al hacer de médium entre el cliente y el producto que quieren, se está relegando el trabajo artesanal y uno no puede dejar de sentir culpa por ésto" sostiene. "Pero por otra parte, es una estrategia necesaria para atraer nuevos clientes. Actualmente pocas personas están en condiciones de pagar el trabajo artesanal de un carpintero, y todos somos conscientes de esto". (S. L)

La pubertad en Ciudadela

NEUQUEN.- Carlos Andino y Jorge Rao vivieron su infancia en Ciudadela, provincia de Buenos Aires. Allí comenzaron a cortar las primeras planchuelas de metal y soldaron los primeros hierros. Lo hicieron desde que eran jóvenes.
Jorge dio los primeros pasos al terminar la escuela primaria, en una metalúrgica que era propiedad de su tío. Tiene 55 años y vive junto a su esposa en la barrio Jardín. Llegó a Neuquén a fines del "83. "Entre hijos y arrimados tengo cinco" dice, "además de cuatro nietos".
Carlos tiene 41 y se radicó en Neuquén hace dos años junto su esposa y sus tres hijos. Viven en el barrio 196 viviendas. El primer trabajo que tuvo fue a los trece años, en una metalúrgica de Ciudadela. Desde entonces siempre trabajó en diferentes rubros de la metalúrgica, lo cual lo llevó a recorrer diferentes ciudades del país para poder trabajar.
Hoy, además de amigos, son socios en la metalúrgica que ambos tienen en la ciudad. No recuerdan haber vivido una situación tan difícil como la actual. "Nosotros tenemos una cintura envidiable", dicen, "pero no la tenemos porque hagamos aeróbic, sino por la gimnasia económica y financiera que hacemos todos los meses" ironizan.
Por lo general es Jorge quien se encarga de salir a buscar los trabajos durante la mañana y Carlos se queda trabajando en la metalúrgica. Solo por la tarde están juntos en el negocio "La actividad privada da indicios de ir de mal en peor, pero uno se acostumbra a las distintas circunstancias que le tocan vivir" concluye Jorge, no resignado a nada. (S. L)

   
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