Domingo 12 de agosto de 2001 | ||
Identifican a aborígenes que vivieron hace 7.000 años |
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Habitaban en una cueva cerca de Las Lajas y eran
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NEUQUEN (AN).- La cueva o chenque Haichol es una breve y hermética galería de piedra basáltica que debe su arquitectura a algún capricho de los volcanes andinos. El largo de la oquedad -ubicada a 35 kilómetros de Las Lajas- es de nueve metros y el ancho promedio apenas supera los siete. Con todo, Haichol redondea algo más de 60 metros cuadrados cubiertos que hasta la década del "70 cobijaron en secreto 7.000 años de historia de los primitivos habitantes de Neuquén, extinguidos todos ellos. Adentro, sepultados por el tiempo, descansaban los restos de por lo menos 17 individuos prehistóricos de distintas épocas, acompañados por piezas y elementos que delatan diferentes formas de vida que, desde entonces, los científicos se empeñan en reconstruir. "La investigación es un proceso que no termina nunca, y nuevas preguntas reemplazan a las que ya tuvieron respuestas", afirma solemne Jorge Fernández, un veterano científico del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). Fernández es un poco el padre del sitio Chenque Haichol, uno de los lugares que más aportó al conocimiento arqueológico de la provincia de Neuquén. El hombre, de 68 años, terminó la excavación y el estudio de Haichol -reflejado en 738 páginas de un volumen brillante- hace una punta de años. Sin embargo, la cueva desnuda de gente y de espíritus sigue diciendo cosas. Y sorprendiendo. Un reciente estudio realizado sobre huesos de los habitantes más antiguos de la caverna, reveló que hace más 6.500 años en chenque Haichol vivían hombres bajos y delgados; de cara fina, nariz ancha, y pronunciados arcos superciliares. El biotipo antropológicamente está identificado como láguido. Fueron personas de esas características las pioneras en ocupar la cavidad o, por lo menos, los primeras en dejar registro. Los estudios, realizados en laboratorios de universidades de Waterloo y Toronto (ambas de Canadá), se hicieron sobre pequeños fragmentos de huesos y tiene un 95,4% de precisión. Es la primera vez que las dataciones de Haichol se practican directamente sobre restos óseos humanos. Los estudios anteriores se realizaron sobre pedazos de carbón vegetal recogidos en los estratos más bajos (los más antiguos) de la cueva. -"El carbón garantiza que hubo fuego pero no asegura que el mismo haya sido hecho por un ser humano, bien pudo haber sido un rayo... En cambio, sobre el hueso no hay lugar para dudas", advierte Fernández. -¿Por qué no se hicieron antes estos estudios? -preguntó este diario. -Hace 20 años, obtener de los huesos los ocho gramos de carbón puro que el laboratorio necesitaba, implicaba la destrucción de materiales de enorme interés científico, en especial los craneanos, los únicos que tienen valor de diagnóstico para diferenciar poblaciones -respondió el científico. La datación coloca a los primitivos habitantes de Haichol entre los más individuos que más temprano habitaron la Patagonia. La cueva de Haichol, ubicada muy cerca de la cordillera de los Andes, está a unos mil metros sobre el nivel del mar. Unos pocos metros más abajo del alero que protege el acceso, se mueve brioso el arroyo que le da nombre a la zona y a la estancia que tiene como cerco natural al mismísimo cordón andino. Desde ese alero se domina un campo con predominio de coirón y con abundantes afloramientos de rocas volcánicas. Sin dudas, un punto estratégico para los cazadores-recolectores patagónicos del holoceno medio. El sitio, no sólo es un balcón privilegiado para, por ejemplo, detectar posible presas en el arroyo. También está muy cerca de los manchones de araucarias que, como si constituyeran archipiélagos, salpican toda la región. Las araucarias o más bien sus semillas -los piñones- son la otra clave que justifican los prolongados asentamientos en ese campamento base donde a lo largo de 70 siglos pasaron variadas culturas prehistóricas. Es que el fruto de las araucarias era el puntal de la dieta aborigen y, posiblemente, la moneda de cambio con otros grupos. Se cree que los láguidos tuvieron raíces en Brasil, y tras un oleada que se ubica en la norpatagonia se habrían mantenido en cerrados nichos ecológicos andinos. Después, sin que necesariamente haya mediado una guerra, sucumbieron al contacto con individuos -los pámpidos- de cuya matriz se originaron los tehuelches. En total, dentro de la cueva y a lo largo de cuatro años de excavación, se encontraron los restos de los 17 individuos, separados en cinco capas arqueológicas. En la más profunda había seis cráneos con características similares que permitieron identificación y -hace poco- la datación precisa. Los restos pertenecen a ancianos y jóvenes de uno y otro sexo que, es probable, perecieran a causa de una tormenta de nieve que bloqueó la cueva. Rodolfo Chávez |
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