Domingo 12 de agosto de 2001
 

"La investigación no termina nunca"

 
  NEUQUEN (AN).- El arqueólogo Jorge Fernández está fascinado por los avances tecnológicos que le permitieron cerrar la investigación de Chenque Haichol sin necesidad de sacrificar piezas y restos óseos invalorables.
La piezas de Haichol están divididas entre el depósito del ex museo Gregorio Alvarez y el museo Estación Confluencia, donde hay una vitrina del sitio especialmente montada.
El investigador, que vivió en Andacollo en sus años mozos y que actualmente reside en la localidad bonaerense de Remedios de Escalada, mantuvo una extensa entrevista telefónica con "Río Negro".
-¿Por qué estos estudios 2O años después?
-Es cierto que los materiales fueron estudiados y publicados los resultados. Pero el de la investigación científica es un proceso que en realidad no termina nunca, y nuevas preguntas van reemplazando a las que ya obtuvieron respuesta. -¿Cuáles son esas preguntas nuevas y cuáles las respuestas?
-Buena parte de los problemas de la arqueología se relacionan con la cronología, llegar a saber la edad de los objetos que sacamos al sol, es una de las aspiraciones máximas. Y cuando se trata de hombres de épocas remotas, la magnitud del problema y su interés se acrecientan... En Haichol se recuperaron restos de individuos de diferentes épocas y culturas, configurando tipos humanos hoy extinguidos. No basta decir que son muy antiguos. Es preciso decir: su antigüedad es de tantos años, con un error estadístico en más o en menos de tantos otros años.
-Bien, pero ya existía una cronología establecida en base al Carbono-14 ...
-Es cierto, pero la antigüedad de los objetos asociados fue calculada sobre fragmentos de carbón de los fogones prehistóricos en el transcurso de mucho tiempo, así es que necesariamente debieron producirse mezclas de fragmentos de diferentes épocas. Esas dataciones tienen valor para la cerámica o las puntas de proyectil asociadas, pero en el caso de restos de animales o humanos, es preferible que la antigüedad sea medida sobre los restos mismos.
-¿Por qué no lo hicieron oportunamente?
-Hace 20 años, obtener los ocho gramos de carbón puro que el laboratorio necesitaba para convertirlos en benceno para así medir su actividad radioactiva implicaba la destrucción de materiales de enorme interés científico, en especial los craneanos, los únicos que tienen valor diagnóstico para diferenciar poblaciones.
   
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