Domingo 5 de agosto de 2001
 

El secreto detrás del ciudadano Kane

 
  C iudadano Kane quizá sea la única película sonora estadounidense que hoy parece tan fresca como el día en que se estrenó. Quizá más fresca, ya que son muchos los elementos en esta película que, para un observador de 1941, no hubieran sido más que convenciones triviales. Sin embargo, con el paso del tiempo, muchos de estos elementos se han olvidado y hoy parecen nuevos. El estilo "pop" de la caracterización de los personajes, por ejemplo, parece moderno y se lee mejor que en su tiempo. Es probable que el público contemporáneo disfrute más con el histrionismo extravagante de Orson Welles que las generaciones precedentes, gracias a que apenas si conoce la tradición de la que dicho estilo provenía. Cuando Welles era joven -tenía veinticinco años en el momento en que se estrenó la película- se le acusó de un "exagerado sentido de la teatralidad" y, sin embargo, el mismo público joven que hoy por hoy no gusta del "teatro", responde con inocencia y sin reservas a los más desenfadados trucos de las tablas -y de las primeras radionovelas- manifiestas en "Ciudadano Kane": durante algunas presentaciones en los recintos de distintas universidades, los jóvenes reaccionan con tanta credulidad y candidez que cuando Kane lanza su perorata demagógica en defensa de los menos favorecidos, los estudiantes más descarriados aplauden con entusiasmo y llegan a escucharse gritos de "¡Ni un paso atrás, compañero!". A pesar de que la ironía política allí presente no le es clara al joven auditorio contemporáneo y a pesar de que tampoco sabe mucho sobre el tema (William Randolph Hearst, el mago del periodismo patriotero, para ellos no es más que un villano genérico como Joe McCarthy, es decir, un villano sin contornos que especifiquen la naturaleza de su peculiar villanía), aun así, responde frente al descaro, la audacia y los riesgos que la película le muestra. La carrera de Hearst y la magnitud de su poder constituían un tópico que estimuló, vigorizó y envalentonó a todos aquellos involucrados en la realización de la película: sentían estar haciendo algo importante y no simplemente inventándose la trama de una historia más sin ninguna relación con nada que valiera la pena tratar. Además, para el tipo de personas que le dieron forma a esta empresa, tan distintas unas de otras, los peligros que implicaba su realización hicieron que emprenderla les pareciera un asunto irresistible.
Ciudadano Kane, la película que, como dijo Truffaut, "quizá ha iniciado el mayor número de cineastas en la carrera cinematográfica", no fue un trabajo común y silvestre. Se trata de una de las pocas cintas realizadas al interior de uno de los principales estudios de los Estados Unidos, ejecutadas con absoluta libertad -no sólo desembarazadas de cualquier interferencia externa sino también de los métodos que eran rutina entre los directores más experimentados. George J. Schaefer, quien a finales de 1938, con la ayuda de Nelson Rockefeller, llegó a ser presidente de la R.K.O. cuando la empresa luchaba por no caer en bancarrota, necesitaba un milagro para salvar la compañía. Ahora bien, tras el alboroto a escala nacional que había suscitado la radiodifusión de "La guerra de los Mundos" que realizara Orson Welles, Rockefeller pensó que Welles -"el joven maravilla"- podía salir con otro milagro e instó a Schaefer para que lo contratara. Pero Welles, comprometido como estaba con el teatro y no muy entusiasta respecto de la posibilidad de hacer cine, rehusó las primeras ofertas y se resistió hasta cuando Schaefer, por fin, le prometió control absoluto sobre sus producciones. Welles se trasladó entonces a Hollywood desde Nueva York, con su propio equipo de producción (la Mercury Theatre Company, un grupo de actores y socios con los que Welles podía contar) y, como carecía de experiencia cinematográfica pero era inteligente y tenía libertad de acción, fue capaz de encontrar en Hollywood gente que había estado esperando toda la vida la posibilidad de experimentar con ideas nuevas. Y en efecto, el milagro se produjo, pero no el milagro que la R.K.O. necesitaba.
Kane logra algo tan bien hecho, y lo hace con tanta fuerza, que su contundente plenitud todavía nos satisface. Nomás en sus aspectos formales la película es un placer... algo en ella nos mantiene alertas frente a la maravillosa manera en que se ponen en movimiento las ideas. Ahora bien, calificar de "brechtiano" este método mediante el cual se mantiene al público consciente de lo que está ocurriendo, no sólo resulta grandilocuente sino equivocado. El método que se implementó en esta película provenía de una tradición distinta, la de la comedia comercial y rentable que Walter Kerr analizara con tanta belleza a propósito del reestreno en 1969, en Broadway, de "The Front Page", la pieza teatral escrita en 1928 por Ben Hecht y Charles MacArthur; Kerr escribe: "En aquellos días el montaje de una obra se concebía como el de una máquina... una máquina diseñada para sorprender y deleitar al público de manera continua, lógica y loca, pero responsable. Una pieza teatral era como un reloj que reía." Rara vez los mecanismos con los que se construye una película resultan tan entretenidos como los de Ciudadano Kane, tan ingeniosamente diseñados para divertir manteniendo nuestra atención pero sin perder la conciencia del placer que los artificios en sí mismos otorgan.
   
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